"Digamos con cautela, en contra de Baudelaire, que en
poesía no todo es previsible y al componer se eligen, a veces, formas no por
razones claras, sino por instinto; y se crea, sin saber con definida claridad
cómo."
Me pregunto hasta qué punto son mis dedos los que escriben
al silencio y no las innegables ganas de escribirte a ti. A voces. Me pregunto
dónde esta el límite en que mi inconsciencia deja de calcular cada palabra y
torna en sangre la sinrazón que me lleva a plasmar lo que siento. Hablo de
musicalidad, de utilizar como bengalas, y en otras ocasiones como escudo, ciertas
expresiones. Hablo de escribir tu nombre y borrarlo y volverlo a escribir. Y
ver que todo lo que no sean esas seis letras que construyen tu escondida
identidad no son más que una absurda combinación de sustantivos, pronombres y
adjetivos para que tú, y sólo tú, me desleas
entrelíneas.
Hablo de inventarme palabras porque ninguna esta a la altura
de esto que llaman tu nuca. De haber hibernado ahí para luego morir de frío
cuando ni siquiera ha llegado el Invierno.
Juego, extorsiono, amenazo a ciertas partes de mí misma si
no logran escupir todo lo que quieres oír, me desboco el alma y rezo a cuantos
libros caen en mis manos para encontrar en ellos la clave única para
recuperarte a ti.
Me refiero con todo esto, a la línea que separa lo que
meticulosamente escojo escribir y lo que, quizás sin darme cuenta, acabo
escribiendo. Me refiero a la idea principal con la que miras un folio en blanco
y la cara de -disculpen la expresión- gilipollas que debo poner al releer a
veces según qué sangrados.
Todo se reduce a un antes y un después.
Todos los relatos, todo lo que doy a conocer.
Un antes de conocerte y un después de haberte regalado cada
gota de tinta que corría por mis venas. Te leo, te releo e intento alimentarme
con la forma en que tus ojos conjugan
ciertos verbos.
La esperanza es, entonces, sumergirme en una de tus
metáforas y creerme viva en ella.
(en ti)
Pero tú lees a Salinas y a Quevedo. Tú lees a Kafka y a
Bukowski. A Lope, a Miguel Hernández y a Walt Whitman. Escuchas a Sabina y te
retuerces con John Mayer. Yo no puedo competir con eso, claro que no. Yo no
llego ni a la suela de sus contraportadas.
pero yo te quiero más.
(pero yo te quiero)
Y ellos ni siquiera te conocen.
(aunque todos hablen de ti)
Quizás Neruda utilizó la Primavera en los poemas más bonitos
que jamás se han escrito. Y yo a ti te llamo Primavera, entiende que tenga un serio conflicto con su persona. ¿Qué he de hacer para que pienses en mi, y no en él, al ocultar tu
nombre con tan sagrado pseudónimo? Quizás los versos más bonitos estén ya todos escritos y ése
sea el verdadero problema.
Pero yo quiero hacerte a ti lo que Neruda quiso que la Primavera
hiciera con los cerezos.
No sé si me explico.
Mónica Gae.