sábado, 3 de noviembre de 2012

Neruda, tenemos que hablar.

 
"Digamos con cautela, en contra de Baudelaire, que en poesía no todo es previsible y al componer se eligen, a veces, formas no por razones claras, sino por instinto; y se crea, sin saber con definida claridad cómo."

Me pregunto hasta qué punto son mis dedos los que escriben al silencio y no las innegables ganas de escribirte a ti. A voces. Me pregunto dónde esta el límite en que mi inconsciencia deja de calcular cada palabra y torna en sangre la sinrazón que me lleva a plasmar lo que siento. Hablo de musicalidad, de utilizar como bengalas, y en otras ocasiones como escudo, ciertas expresiones. Hablo de escribir tu nombre y borrarlo y volverlo a escribir. Y ver que todo lo que no sean esas seis letras que construyen tu escondida identidad no son más que una absurda combinación de sustantivos, pronombres y adjetivos para que tú, y sólo tú, me desleas entrelíneas.


Hablo de inventarme palabras porque ninguna esta a la altura de esto que llaman tu nuca. De haber hibernado ahí para luego morir de frío cuando ni siquiera ha llegado el Invierno.

Juego, extorsiono, amenazo a ciertas partes de mí misma si no logran escupir todo lo que quieres oír, me desboco el alma y rezo a cuantos libros caen en mis manos para encontrar en ellos la clave única para recuperarte a ti.

Me refiero con todo esto, a la línea que separa lo que meticulosamente escojo escribir y lo que, quizás sin darme cuenta, acabo escribiendo. Me refiero a la idea principal con la que miras un folio en blanco y la cara de -disculpen la expresión- gilipollas que debo poner al releer a veces según qué sangrados.

Todo se reduce a un antes y un después.

Todos los relatos, todo lo que doy a conocer.

Un antes de conocerte y un después de haberte regalado cada gota de tinta que corría por mis venas. Te leo, te releo e intento alimentarme con la forma en que tus ojos  conjugan ciertos verbos.

La esperanza es, entonces, sumergirme en una de tus metáforas y creerme viva en ella.

(en ti)

Pero tú lees a Salinas y a Quevedo. Tú lees a Kafka y a Bukowski. A Lope, a Miguel Hernández y a Walt Whitman. Escuchas a Sabina y te retuerces con John Mayer. Yo no puedo competir con eso, claro que no. Yo no llego ni a la suela de sus contraportadas.


pero yo te quiero más.

(pero yo te quiero)

Y ellos ni siquiera te conocen.

(aunque todos hablen de ti)


Quizás Neruda utilizó la Primavera en los poemas más bonitos que jamás se han escrito. Y yo a ti te llamo Primavera, entiende que tenga un serio conflicto con su persona. ¿Qué he de hacer para que pienses en mi, y no en él, al ocultar tu nombre con tan sagrado pseudónimo? Quizás los versos más bonitos estén ya todos escritos y ése sea el verdadero problema.




Pero yo quiero hacerte a ti lo que Neruda quiso que la Primavera hiciera con los cerezos.





No sé si me explico.




Mónica Gae.