miércoles, 23 de noviembre de 2011

capitulo 17


Eran las ocho de la tarde de los primeros días de Febrero. Cuando Amie pronunció aquellas palabras no pudo decir nada. Sintió como su voz se congelaba creando millones de aristas que rasgaban los en vano intentos por reaccionar. “Aytor ha vuelto a la ciudad, Maya. ¿Qué vas a hacer?” Un nudo en la garganta le impedía respirar y el latido de su corazón se aceleraba con cada segundo. Escalofríos punzantes recorriendo su espalda. Apenas pudo controlar sus manos buscando las llaves del coche, tenía que llegar a casa cuanto antes.

-Ni hablar, no vas a ir a buscarlo.
-Amie, déjame. Necesito hablar con él, saber por qué se fue sin más aun sabiendo lo que eso suponía.
-Maya, joder, sabes de sobra lo que ocurrirá. Te pedirá perdón tantas veces como haga falta para volver a tenerte. Y volver a mentirte y volver a irse.
-Quizá le ocurrió algo. Quizá tuvo razones. Fui yo quien lo bloqueó de cualquier medio para ponerse en contacto conmigo.
-Y fue él quien cambió de móvil cuando decidiste llamarlo. Quien cambio de correo y cerro su cuenta en el facebook.
-Ya sabes cómo eran nuestras peleas, Amie. O todo o nada, siempre en extremos, en blancos o en negros. Siempre hemos tenido demasiado orgullo.
-No. Él siempre ha tenido demasiado orgullo. Tú deberías buscar el tuyo, no te reconozco. Esta noche te quedas en mi casa te guste o no. Duerme y descansa o pásate toda la noche en vela escribiendo, desahogándote o ahogándote aun mas, pero te quedas. Mañana, en frio, volvemos a hablar.


(….)


Noche en vela Parte I:

Estoy perdida. Perdida y sin saber a dónde ir. Supongo que por eso te sigo buscando, Aytor, ya ni siquiera sé si te conozco. Deberías verme ahora mismo, tengo el corazón envuelto en un trapo de astillas. Es como una bala que ha perdido el rumbo y me alcanza cada vez que creo saber quién soy. Saber quién eres. Son las cuatro de la mañana de lo que parece la noche más larga de mi vida. Mañana fingiré tener valor.  


Y mientras el humo de la última calada entraba en sus pulmones, se consumían como aquel cigarrillo, sus esperanzas. Necesito gritar, gritar a todo, a nada. A todos y a nadie. A mí misma. El frío del invierno ha conseguido colarse en todos sus sueños. Ya no siente, ni piensa, ni llora. Y cómo avanzar -dice, si cada paso es un nuevo obstáculo que no quiere vencer. Si pensar en esto es sumergirse en infinitas preguntas que no quiere responder. “Ojalá no te hubieras ido, -piensa. Ojalá tan solo hubiésemos terminado”. Todo sería más fácil. Todo tendría, aunque sólo fuera, un poco más de sentido. Pero te fuiste, y aceptarlo debería ser el primer paso. Luego, mirarte a los ojos. Olvidarte nunca estuvo entre mis planes, pero ahora, paralizada ante cualquier atisbo de tu regreso, mentiría si dijera que quiero besarte. Lo que quiero es olvidar tus labios. Recordar tus consejos nunca fue tan complicado. Nunca, como cuando no quiero escucharlos. Recuerdo cuando decías que si forzaba el puzle las piezas no encajarían. Supongo que si me vieras ahora, pegando con superglú los trozos de nuestra historia, tampoco tú podrías reconocerme. Nunca me había alejado tanto de la persona que suelo ser. De lo que soy. Y ahora, frente al espejo, tiemblo al ver en lo que me he convertido. En lo que a cada minuto me convierto más y más. Un peluche de trapo con el que el destino prueba su suerte. Dime, ¿..qué hago ahora, si he olvidado por completo las instrucciones de mi vida?. Un mar repleto de dudas sin saber nadar. Al menos antes, navegabas conmigo. Ahora en cambio me pregunto dónde acaba esta marea, cuándo para la tormenta. Quizá no seas tú el problema, Aytor. Quizá he inventado la necesidad de necesitarte por miedo a naufragar. Contigo como objeto de todas mis noches, dejo a un lado lo demás. Lo que debería apreciar. Si te doy mis besos y tú apartas la mirada. Y con sólo una caricia fuera de la carta, te marchas de mi vida sin decir nada. Es la más dolorosa de todas las jugadas, saber que apuestas mi sonrisa a una mano robada. La que decide si esta noche me llamas o me dejas, vienes o te vas. Si. Pensar en que tú eres el peor de mis problemas o la mejor adicción que acabará conmigo, es el camino fácil que desde hace ya sesenta noches, recorro sola. Una travesía cuesta abajo. El reto de llegar viva al otro lado, sin volante, ni frenos, ni tus manos. Porque buscarte a ti es la mejor escusa para no encontrarme a mí. Y verme, con los ojos cerrados y sin apenas luz, en lo que nunca habría deseado convertirme. Alguien sin voz y con el único deseo de gritar a todo, a nada. A todos, y a nadie. A ti, y a mí.

(….)

Mónica Gae.




domingo, 20 de noviembre de 2011

capitulo 16

¿Sabes? De pequeño nunca me creí los cuentos que mi madre me leía. En lugar de dejarme dormido, conseguían sonsacarme un sinfín de preguntas que luego me dejaban mirando al techo durante horas. ¿Por qué el príncipe tiene que ser azul y la princesa rubia? ¿Por qué nadie escucha a bruja? Quizás lo único que quiere es un poco mas de protagonismo. ¿Por qué siguen montando a caballo y enamorándose en un bosque lleno de animalitos salvajes totalmente domados? Deberían actualizarlos un poco, ya sabes. Cambiar el castillo por el bar de siempre, el caballo por un Nissan cualquiera y los paseos por el prado por intentos de caminar rectos haciendo paradas en cada portal.

No sé qué o quién te ha destrozado tanto para que tengas que irte de esta manera, pero ojala sea consciente del daño que te ha hecho para no volver a repetirlo. Si pudiera, te retendría una noche más y me inventaría un cuento –pero uno de los buenos- para que volvieras a creer en ellos. Seguramente yo sería el malo, el azul nunca me ha quedado bien, pero te aseguro que acabaría enamorando a la chica del aeropuerto amante del ballantines (véase nuevo concepto de princesa) y, bueno, no habrían castillos con doncellas ni malvadas madrastras pero, conozco una playa preciosa a pocos minutos de mi casa en Oeiras.

Francis.


(….)


-Por favor, parece que tengas un imán para todos los empalagosos del planeta. Dejando a un lado las ganas de potar que me acabas de provocar, dime que lo llamaste nada mas leer la carta.
-No nos dimos los teléfonos.
-¿Pero qué cojones pasa contigo? ¿Ni Facebook? ¿Correo electrónico? ¿Nada? Llevas años describiéndome lo que buscas en un tío, y cuando llega el Edward Cullen versión portuguesa, vas y lo dejas ..así, sin más?
-Amie, joder. Pensaba que estarías de acuerdo. Tu siempre dices que en el fondo son todos iguales, que tienen los valores calcados como fotocopias y que por mucho que aguanten, un día les cambia el chip y se vuelven gilipollas.
-Eso es básicamente la experiencia de mi vida, Maya, si te digo eso es porque no quiero que tu también pases por lo mismo. Pero vamos, ¿estás de broma?, los tíos que a ti te gustan no tienen chips. Tienen un osito de peluche empalagoso y lleno de ñoñerías a modo de corazón y rebosan frases de Federico Moccia por cada poro de su cuerpo.
-¿Y qué me dices de Aytor? El también parecía perfecto. De hecho el único defecto que tuvo fue desaparecer.
-No me toques los cojones, Maya. Aytor era sentimentalmente inestable y lo mismo te quería que te odiaba en cuestión de minutos.
-No digas eso, por favor. Eso no. Aytor nunca me odio. Tenía sus momentos y su forma de querer, pero  me quería.
-Te juro que no tenía intención de decirte nada, Maya, pero, no sé, quizás no deba decírtelo, nadie le tiene tantas ganas a ese tío pero..
-Suéltalo ya, ¿Qué pasa?
-Anoche fui a tu casa a por el vestido que me dejé y me lo encontré apoyado en tu puerta. Aytor ha vuelto a la ciudad, Maya.

¿Qué vas a hacer?



(….)



Mónica Gae.

jueves, 17 de noviembre de 2011

capitulo 15


Nadie cambia en cuestión de días. Nadie.

Son las tres de la mañana de cualquier día de Enero, de los últimos. El termómetro ronda los cuatro grados y, completamente sola, tirita de frio. Quizá de miedo. Pero salir de aquella manera de esa habitación no era algo que pudiera elegir. Necesitaba un felicesparasiempre aunque el parasiempre solo durase un día. Una noche.  Apenas hay estrellas y el suelo de aquel portal esta húmedo, frio. Temblando y sin apenas sentir la punta de los dedos, consigue alcanzar la pitillera. Bendito vicio mortal y amargo.

-¿Te puedo acompañar?
-Francis. Vuelve al hotel, por favor.
-Perdona, tenía que intentarlo una última vez. Toma esto, ábrela cuando puedas leerla tranquilamente. Me alegra haberte conocido, Maya. De verdad. Me acordare de ti en cada escala alicantina que tenga que volver a hacer.


(….)


El coche esta tan congelado como mi interior –piensa. Son las cinco de la mañana, y tras veinte minutos en el coche recuerda sus últimos meses. Yo no he hecho nada para merecerme esto. No he hecho nada para tener que sentirme así, para tener que comportarme así, joder. La angustia que ahora es dueña de su estomago solo la había notado una vez antes, Aytor.

[..Aytor… ¿Qué será de ti ahora? ¿Qué estarás haciendo en este mismo instante? ¿Te seguiras acordando de mi? ¿Por qué desapareciste de esa manera? Yo te quería, Aytor, te quería de verdad.  A veces creo que aun te quiero, cuando me acuerdo de cómo tocabas la guitarra en el sofá mientras yo intentaba distraerte para que te confundieras. Cuando me reía de tu pelo por las mañanas y tú te ponías rojo. Mi Rosácea favorita..  ¿Sabes? Creo que añoro incluso nuestros peores momentos, tus días bipolares y los míos. Cuando me decías que en realidad no querías quererme, que te arrepentías de haberme conocido y que sabias que, cualquier día, me iría sin más. Sin avisarte. Desaparecería. (Suena muy irónico ahora.) Pero sobre todo echo de menos el final de esas discusiones. Porque eras tú el primero que lloraba, y venias a abrazarme pretendiendo que te diera fuerzas, dejando bien claro que cuando se te pasara la tontería, seguiríamos con la pelea. Te juro que daría mi vida por poder olvidarte, Aytor..]

Las imágenes de los días con Aytor la han paralizado. Ahora mismo ni siquiera está pendiente de la carretera, no ve ni escucha nada, como en las películas en las que de repente se para el sonido y aparece un primer plano de los ojos de la protagonista, con la mirada perdida a lo lejos. Frena de golpe. Dos coches pasan pitando a su izquierda mientras gesticulan con el brazo, uno casi rozando su retrovisor. ¿Qué estoy haciendo con mi vida? ¿Qué coño acaba de pasarme? Reacciona. Tengo veinte años y la sensación de haber muerto cientos de veces. Las palabras te echo de menos son las cuatro puñaladas más eficaces que jamás ha probado su piel. La frase “nunca olvides tus errores” se acomoda ahora en el asiento de al lado. Para no olvidarlos antes has debido cometer alguno. Sin avisar, un bostezo le invade el rostro susurrándole las fuerzas para pronunciar estas palabras: El único error que he cometido, es pensar que podía sacarte de mi vida saliendo ilesa. El único error que he cometido es coger el coche y pensar que con cada kilometro me alejaba de ti, mientras me perdía un poco más en el laberinto de ningún lugar. El único error que he cometido, es pensar que si seguía cavando aparecería en la otra punta del mundo y tú no estarías allí.

El último, es haber salido de aquella habitación.


(….)


Mónica Gae.


sábado, 5 de noviembre de 2011

capiutlo 14

Fue justo en el instante en que mis manos rozaron las suyas. Justo entonces me di cuenta de que no podría parar. De que no quería parar. Quizás fueron los cinco ballantines y aquella peculiar gelatina  de vodka. Quizás. Aunque quizás eso no tuvo nada que ver. Sus ojos eran imnotizantes, si, ellos fueron los culpables. O aquel gorrito semicaido que le dejaba unos pocos mechones de pelo castaño a la vista. O aquella nariz que fruncía a cada sorbo de Gin Tonic como un niño pequeño al tomar jarabe. Definitivamente, habían demasiados posibles culpables como para señalar a uno solo como responsable de este capítulo.

-¿Dónde vamos?
-¿Confías en mi?
-Dímelo tú,  ¿…debería?
-Sí.
Subimos las escaleras de aquel hotel haciendo de cada rellano nuestro propio rincón donde explotar. Sus labios eran mucho más suaves de lo que parecían a simple vista. Besos al unísono de una canción inventada. Es ésta, habitación 218. Justo entonces, un esbozo de realidad asaltó mi mente. Me separé de él unos centímetros y lo miré a los ojos. Brillaban. Preciosos. “…necesito que me prometas algo antes de entrar ahí. Necesito que lo prometas y no puedes preguntarme el qué. Al menos por ahora.” Se apartó lentamente y pinceló una pequeña sonrisa. “Me encantas. Sea lo que sea, te lo prometo.”

Mis manos jugaban con su pelo entre besos mientras nos acercábamos a la cama. En mi cabeza sonaba tomorrow never interrumpida por susurros fatigados. Ésa es la mejor música.
-¿Debo temer por la promesa que te he hecho?
Esta vez fui yo quien se apartó unos centímetros dibujando una leve sonrisa, pícara. –Eso depende de lo que escondas tras toda esa armadura intocable de seguridad y encanto. De si es real o sólo una fachada.
-¿Intocable? Creo que tus manos no opinan lo mismo.

(….)

Es media noche, han pasado once horas desde que entramos a la habitación. El mini bar ya esta vacío y, como estudiante de enfermería diría que hay un riesgo más que probable de inminente deshidratación. Nunca había merecido tanto la pena hablar con un desconocido  –pensé. Tiene un lunar justo al lado del ombligo, hacia abajo y a la izquierda, del que creo que me he enamorado. Su piel es pálida como la porcelana, perfecta. Podría jurar haber contado cientos de diminutas pecas repartidas por todo su cuerpo.  Mi nueva constelación. Tiene una cicatriz en la tibia y un tatuaje detrás de la oreja  ไม่เคยลืมความผิดพลาดของคุณ

-¿Qué pone?
-Eso nunca se lo he dicho a nadie. ¿Cuándo podré saber lo que te he prometido?
-Justo antes de marcharme, ten paciencia. Quizás lo que pasa es que nadie antes ha merecido saberlo.  

(….)

Supongo que ahora es cuando me reinvento. Cuando me autoconvenzo de que soy totalmente distinta de la persona que era cuando pisé el aeropuerto. El insomnio estaba acabando conmigo, la soledad de la noche únicamente comparada a la soledad de mi alma. Quizás sea verdad. Quizás realmente haya cambiado. Lo único de lo que tiene ahora miedo es de poder pagar el precio de llevar las riendas. Un precio en forma de puñal que clavara en todo aquel que ose conocer su nombre.
-Me llamo Maya. Es lo único que puedes saber de mí. Sin apellidos, ni teléfonos o una dirección. Necesito saber que puedo hacer esto antes de desaparecer por completo. La promesa es simple. Después del último beso saldré por la puerta y no podrás seguirme. Yo no volveré a buscarte y esto quedara como algo perfecto. Efímero y perfecto.
 -Sea quien sea la persona por la que estabas llorando en el aeropuerto, veo que ha destrozado por completo uno de los corazones más puros que jamás había conocido. Si esquivas el dolor eternamente tu corazón quedara tan blindado como frágil. Maya, si algún día bajas la guardia morirás con el roce de un solo rasguño.  ¿De verdad merece la pena?
-Sí.
-“Nunca olvides tus errores”. Es lo que pone en mi tatuaje.

(….)

Mónica Gae.