Anoche casi muero de miedo, y de ganas. Sobre todo de ganas,
tienes que saberlo.
Debían de ser las cuatro de la madrugada y yo estaba en el
salón leyendo mi último capricho de páginas desgastadas. Empezó a soplar el viento y a él, se
unieron unos cuantos sonidos de portazos y ventanas. También un apagón de luz. De repente, en el piso de
arriba, comenzó a sonar un despertador. Yo, que normalmente me escondo bajo las sábanas hasta que pasa la tormenta,
caí en la cuenta de que nadie vendría a ayudarme, a calmarme y decirme lo
idiotamente cobardica que puedo llegar a ser. Así que cogí aire, valor, y
busqué una linterna.
Mientras subía las escaleras agarrada a mi propio pecho
pensaba en la inmensa cantidad de criaturas que podrían haber en aquella
habitación oscura, y entonces, lo comprendí. Comprendí que ya no me asustan tanto los ruidos extraños que hace la
noche, que el frío puede quemar una piel desnuda y que tu nombre es la solución
a todos mis miedos.
Subía las escaleras, temblaba, y pensaba en ti. En cómo
sería tocar tus manos, en qué me convertiría si pudiese alcanzar tus labios y
en cómo sería decirte que me tienes completamente loca y que no sé qué has
hecho para conseguir eso. Y mientras
pensaba esto, dejaban de existir los monstruos, las películas de miedo y las
muchas otras que mi cabeza había creado. Porque
estabas tú, aunque no estuvieras, y eso me bastaba para dar un paso más. Y
otro. Y otro. Y llegar a esa habitación sin luz y buscar con la pequeña linterna
el maldito despertador que minutos antes había alzado mi imaginación a la
altura de la próxima de Saw.
Pero ahí estaba yo. Y tú, en mi cabeza. Y en mi pecho y en
mis manos y en cada una de estas palabras que dudo mucho que leas, pero ahí
estabas tú. Y eso me basta. Me basta porque me hiciste pensar que ahora que te conozco no podría pasarme nada, no
hasta alcanzarte, y aún no te he alcanzado.
Pero lo haré. Y entonces tendré que buscarme otro antídoto
contra el miedo, los fantasmas y los muy diversos seres que alimentan mi
masoquista imaginación, pero hasta entonces y de momento, amansas mis
pesadillas, te has instalado en mi corazón y puedo subir las escaleras a
oscuras, en mitad de la noche, y contigo en mi cabeza.
Y eso, me basta,
ya lo creo que me basta.
Mónica Gae.
Mónica Gae.
*_* Preciosa, como de costumbre.
ResponderEliminarEs un placer leerte, más que un placer... diría una necesidad... Leerte, escucharte... a pasado a formar parte de mi vida.
Me encanta!
Un placer entenderme detras de tus palabras. Un placer conocer que es lo que me pasa y que si no tiene nombre, al menos hay mas victimas.
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