Cierra los ojos, y déjame contarte algo..
Anoche soñé contigo y soñé con el siguiente capítulo de
nuestra historia, el que ni tú ni yo nos atrevimos a leer por miedo a que fuera
el último, el que decidimos marcar doblando la esquina superior derecha de la
página, con la esperanza de que quizás, algún día, quisiésemos volver a
leernos.
Tú estabas esperándome en el andén y yo llevaba cinco horas
de trayecto pensando en si esta vez, deberíamos darnos uno o dos besos. Tus
labios me dieron dos, pero tus ojos me miraban con un tono ocre que decían todo
lo contrario. Y yo, acojonada, apenas tenía valor para mirarlos.
Un escalofrío me recordaba a la par que llegaba el metro en
la posibilidad de que nunca volvieras a ser tú quien me esperase en la
estación. Tú notaste algo en mi y me besaste con cuidado.
Entonces comprendí, que nos habíamos convertido en dos
trozos de cristal frágiles temiendo el golpe definitivo que consiguiera lo que
tan imposible parecía tan sólo unos días antes… rompernos en mil pedazos sin
posibilidad de reconstrucción.
Dime, ¿en qué caricia nunca dada llegamos a este punto? ¿en
qué kilómetro empezó realmente la distancia entre tú y yo?
Te dije que por ti hubiese podido mover continentes, hubiese
podido secar océanos si nuestro barco fuese a la deriva pero..
..no puedo salvarte si ni siquiera tú sabes si merece la
pena subirte al bote salvavidas.
Ponte al menos un chaleco, deja al menos un resquicio de
esperanza que mantenga a las cenizas encendidas de lo que un día fue fuego.. y
engañémonos pensando que llegado el momento, seremos capaces de avivar la
chispa avivando el incendio de todo lo que hoy estamos incendiando.
Porque el no tenerte cerca me hace soñar contigo y sé que
esta noche es la última que soñaré abrazada a tu camiseta, y lo último que aún quiero
es colgarla en el rincón de los recuerdos, pues de ahí no me permito hacer
ningún rescate.
Y porque hoy, daría lo que fuera por darte el valor
suficiente como para poder hacerte querer seguir queriendo dormir conmigo.
Y levantarnos, y desayunar pizza en la cama mientras abro la
ventana y te digo que esta lloviendo. Y apurar hasta el último segundo
mientras, como si quisieras retener el tiempo, me abrazas por la espalda.
Y pasear de la mano por Madrid, y pararnos al unísono frente
a cada tienda de libros viejos… el tuyo, sigue siendo para mí mi postre cada
anochecer,
(algo que supongo, también debería dejar de hacer)
Anoche soñé contigo, tienes que saberlo. Y en algún momento
de ese sueño, eras tú quien encontraba las fuerzas para decirme que todo irá
bien, para besarme como el primer día, para acariciarnos durante horas hasta
que yo sacara las fuerzas para mirarte…
…y así rozar los labios más suaves que jamás he probado.
Pero supongo, que todo sigue siendo parte de un sueño, y el
despertador también tiene su papel en esta obra. Y cuando suene, no serán tuyos
los buenos días que tenga en el móvil, ni serán mías tus buenas noches nunca más,
o al menos..
…eso deberíamos empezar a asimilar…
Mónica Gae.
La sangrante costumbre de dejar marchar
ResponderEliminares la sal de muchas existencias.
Sin ese interrogante..
conviviendo
con la seguridad
de un final feliz,
las cosas bonitas cesarian
el extasis se haria rutinario,tipico
y no siempre se disfrutaria
como la primera vez
cuando las alegrias
prometian durar siempre
y eso, querida
seria el suceso mas vil...
la experiencia amarga
el capitulo que decepciona
las ganas de correr sin saber hacia donde
los pasos que sobran
en el momento inconcreto
en el cual llega la despedida
con su herencia.
me gustaria encontrar el texto de Supongamos que te hecho de menos, no lo he encontrado por ningun lado y en youtube no puedo copiarlo gracias.-
ResponderEliminar:*