domingo, 25 de diciembre de 2011

La Navidad me pone cachonda -dijo mascando un chicle.

Estaba escribiendo un post bastante profundo sobre un tema que me ronda la cabeza bastante últimamente, pero me siento totalmente obligada a cambiar la temática y guardar en borrador el otro texto.

Hace apenas diez minutos he llegado a casa tras darle una vuelta al perro. Nada más llegar y aprovechando que ya me había hecho un poco al frio de la intemperie, he aprovechado para hacerme un piti de esos que dan risa y jugar otro poco con la fierecilla. Y entonces, ZAS. Señal divina, acontecimiento inédito, destino, casualidad, voluntad suprema: ELLAS.

Ellas” son dos chonis que frecuentan la calle que hay frente a mi casa. Esta noche, como todas en las que he coincidido estar fuera, las he oído llegar a considerable distancia con esta elocuente conversación:

“Ehque la Andrea tiene lo que se merece, si ereh puta ereh puta y luego no te puedeh enfadah si tu novio te dice que ereh puta.”

Vergüenza debería sentir Sócrates de no haber podido conocer a tan supremas criaturas. Pobre.

Pero no saquéis conclusiones todavía, esa frase sólo dio paso a que activara mi deschonizador y poner en alerta mis cinco sentidos. (Ahora que lo menciono, una noche oí a hablar a “Ellas” de que en realidad teníamos seis sentidos, pero sólo las mujeres y que estaba el “potorro” pues con su “potorro” sentía mucho y de eso debía venir la palabra “sentidos”). Claro, joven promesa de la biología humana, claro. El caso es que hoy se han parado justo en mi acera, y yo, que estaba en mi puerta pero separada visualmente por una hiedra bastante espesa (gracias por este estupendo campo de invisibilidad, mamá, dónde irá a parar la capa de Harry) he podido escuchar toda la conversación y por tanto, estoy en el deber de informaros sobre este acontecimiento como poco, sociológico:

Una de ellas se llama Araceli, (no es que me guste especialmente este nombre, pero no creo que te dejaran entrar en uno de esos selectos grupos de seres humanos con tal etiqueta). Sus amigas la llaman “Cheli”. (¿Veis? A esto me refería. Con este, si.) La otra se llama Antonia, y por lo que he podido escuchar en estos encuentros fortuitos, le llaman Tonia, aunque todo el mundo le dice La Tonia. Como es costumbre entre estas extrañas criaturas, deben hacer una rima fácil y sencilla con su nombre con la que firmar las farolas del pueblo (esto me recuerda bastante a mi perra, cuando para en cada una de ellas a marcar su territorio. Yo lo dejo ahí.) “La Tonia rubika keh te dah pika pika”, dice en mi farola mas cercana. No entiendo muy bien a qué se refiere, pero ahora sé qué deben de sentir los chimpancés cuando ven a su alrededor supuestos seres superiores de bata blanca y con extraños utensilios empleando un idioma desconocido para ellos.

La Tonia y la Cheli hablaron sobre la Navidad. Sobre el Jonatah y sobre el Nano. Sobre el cinturón que llevarían por falda el día de noche vieja y sobre el nuevo piercing del pezón de La Isaka. Si os parece, quiero centrarme en el tema de la Navidad, por eso de que parece que hoy pega bastante, ¿no?.  Pues bien. A los 20 minutos de tal intensa conversación, han llegado a la conclusión de que se encuentran más cachondas con tanta luz roja por la calle, con tanto villancico y con tanto papa Noel.

A ver. Podría llegar a entender lo de las luces rojas, por aquello de la pasión, del consumo, de los carteles y pancartas epilépticas y demás pero, ¿villancicos? ¿Papa Noel? Tías, estáis enfermas si de verdad os pone cachondas ver a un viejo de mas de sesenta años, canoso, gordo y cantando lo que parece los restos de un orgasmo mal fingido (oh oh oh!, para los menos enterados). Y no me hagáis hablar de los villancicos, por favor. Lo cantan críos por lo general de menos de diez años. Esas canciones hablan de cómo la Virgen lavaba en la fuente y de cómo los padres del niño Jesús aceptan sustancias de tres extraños que llaman a su puerta. (Versión oficial: oro, incienso y mirra.)

De verdad, tengo muchísima curiosidad, ¿a vosotros os pone cachondos la Navidad? Yo por lo general estoy más feliz, me encanta pasear por las calles de la ciudad en estas fechas y (no os riais) adoro pararme en la plaza de la Libertad a observar las caras de los niños mientras se quedan embobados viendo el teatrillo de muñecos gigantes que todos los años monta El corte Inglés en una de sus paredes laterales. ¿Pero cachonda? Joder, no sé. Voy a tener que replantearme porque a mi libido sexual no le pone a cien ver a Papa Noel mientras se escuchan villancicos de fondo.

PD: Feliz 25 de Diciembre, besos y guiños para todos, y ya sabéis, “Navidad, navidad, dulce navidad… oh oh oh!”.

Mónica Gae.

3 comentarios:

  1. Si La Navidad te pone cachonda, debes introducirte el árbol de la susodicha por el orto. Con luces y todo.

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