jueves, 19 de diciembre de 2013

Escribo por obligación, mi vocación eres tú.


Basta cerrar los ojos para verte,
basta no tenerte una sola noche para escribirte como antes, como siempre.


La perfección está llena de errores,
el amor está plagado de defectos
y tú estás siempre preciosa, joder.

Te juro que tengo los ojos abiertos.

Lo sé porque he visto tus ojeras,
tus días en cualquier otro lugar,
tu manía de hablar sin pronunciar palabra,
y mirarme sobre todo cuando no te miro.

Lo sé porque te he visto dudar de ti misma
y contradecirte al mismo tiempo,
lo sé porque te he visto frente al espejo no gustarte
y gustarte cuando les dejas a mis ojos ser tu espejo.

He dejado de temblar sólo para que me creas.

Aquí no hay niebla, sólo estamos tú y yo.

Me he enamorado de tus defectos, mi amor,
creo que me gustan más que tú.

Claro que tengo miedo de perderte,
lo tenía antes de tenerte.

Encadena tú las frases,
yo sólo sé ponerles lazos.

Si cierras los ojos te llevo a París,
pero te prefiero en cualquier cama de cualquier ciudad.

No te vayas,
vente conmigo.

Tengo tantas cosas que decirte
que sólo me sale mirarte.

He dejado de quererte
para empezar a amarte.

           Pero te sigo queriendo.

           Antes he mentido,
           también sigo temblando,
           pero créeme, te quiero.

Dame la mano,
que tengo una vida entera que enseñarte.

Eres mi dialecto preferido
desde que compartimos silencios.

El amor empieza cuando bajas de la nube,
tenías razón, me gustas más tras tu toma de tierra.

Sé que eres el amor de mi vida
porque he querido matarte
y hemos acabado haciendo el amor.

Hoy he visto a un ciego maldecir su suerte
al no poder mirarte.

Ahora mismo estoy celosa,
ojalá me llamara Leia.

Explícate peor,
no quiero terminar de entenderte nunca.

No sé,
cásate conmigo.



Todo esto estoy pensando.



lunes, 7 de octubre de 2013

El título es tu nombre.



Si me muero,
que esparzan mis cenizas
en el punto más alto de tu cama
-que viene a ser algo parecido
al vértigo de observar tu cuello
cuando me cuelgo del lóbulo de tu oreja
y miro ese lunar y esa clavícula
y siento la insoportable necesidad de saltar
como avión suicida
a tus Torres Gemelas-

Alquílame tu pecho
para quedarme a vivir siempre ahí
y que a la vez,
nunca sea del todo mío
y siempre tenga que convencerte
para que sea yo,
y nadie más,
tu única inquilina.

Porque contigo he aprendido
que la palabra Libertad
tiene su auge más alto
cuando me coges de la mano
y soy yo quien no quiere soltarte.

Poesía no sé,
pero Amor, eres tú,
y parece mentira que no lo sepas.

Te quiero –te digo.

Te creo –contestas.

Y entonces todo tiente sentido.

Como cuando te explico
que todo aquello del dolor
era un juego peligroso y adictivo
al que acabé suplicando de rodillas
para que no se fuera
           aunque nunca llegase a existir.

Como cuando te digo
que desde que tú,
por fin soy yo,
sin máscaras ni aditivos,
y que por eso ya no necesito matarme
sino vivirte
para saber qué es la vida
           y qué la muerte.

Como cuando estamos en la cama
hablando sin aliento
sobre aquel primer beso
y acabamos teniendo el mejor polvo de palabras
que nunca nadie antes ha leído.

-Perdona:
tú me conociste como la chica triste
que escribía triste sobre cosas tristes,
y nunca te la he presentado:

 La mataste
con la primera sonrisa.

Ataque al corazón a mano armada.

Y ya van ocho meses.

Y me duele como nunca la cara
de tanto reírte,
de tanto sentirte,
de tanto besarte.

Y cómo querer entonces
volver a ser triste,
volver a estarlo-

Así que si muero,
hazme caso,
esparce mis cenizas
desde el punto más alto de tu cama,
y encárgate de que todo el mundo
se lleve un poco de lo que soy ahora
para que al menos dejen de preguntarse
qué es el Amor
        
    y empiecen a vivirlo
        de una maldita vez.


Amor es querer enamorarte cada día

como un alquiler de latidos

en el que siempre acabo siendo yo

la ocupa de tus sentimientos.

El resto,
que se lo pregunten a tu pecho.






martes, 1 de octubre de 2013

Abiertas las reservas para mi libro.


Por fin mi pequeñín está casi casi listo para estar en vuestras mesitas de noche, como ya dije hace unos días, se está arreglando frente al espejo mientras se da los últimos retoques, el pobre me ha salido tímido y quiere le leáis con los mejores ojos.

Pero EL PLAZO DE RESERVAS ESTÁ ABIERTO, y os comento de qué se trata.

Después de mil vueltas y editoriales, me decido hacerlo todo por mi cuenta.

Quiero ese trato personal que únicamente puedo dar si lo hago solo yo, de hecho, cada uno de los libros los enviaré personalmente por correo a la dirección que pongáis en la reserva, escribiré las dedicatorias de mi puño y letra y si queréis contar alguna historia a tener en cuenta para ello, todo es bienvenido.

Las instrucciones son las siguientes:

-Vosotros me mandáis un correo a monica.gae.v@gmail.com indicando vuestro NOMBRE, APELLIDOS Y DIRECCIÓN COMPLETA (calle, número, ciudad, código postal y país)

-Yo os contesto que he recibido vuestra reserva y que, sin ningún compromiso, os apunto en mi bloc de notas.

-Cuando sepa el precio final (para lo cual aún estoy comparando distintas imprentas para que salga lo más económico posible para vosotros), os vuelvo a enviar un correo CON TODA LA INFORMACIÓN Y LA FORMA DE PAGO, que será por transferencia bancaria, y si os parece bien y seguís queriendo uno de mis pequeños, me confirmáis, yo os doy un número de cuenta y mi pequeño tímido es vuestro.

NOTA: Al enviar todos los ejemplares yo, supone que el proceso irá más lento (al menos hasta que me dejen tener un par de esclavos a los que explotar, cosa que veo difícil), por tanto, iré en orden ESTRICTO a como han sido reservados y hasta que no reciba confirmación de los primeros 50, no pasaré a los 50 siguientes, ergo, entre la primera reserva y la número 180 pueden pasar varios días.

NOTA 2: Enviaré ejemplares a TODAS LAS PARTES DEL MUNDO, la única diferencia serán los gastos de envío los pondré aparte, aunque no creo que sean más de dos o tres euros.

Para cualquier duda, estaré revisando mi correo diariamente. No suelo tardar en contestar más de dos días, pero soy humana, solo tengo dos manos y las dos son izquierdas, tened piedad.

jueves, 22 de agosto de 2013

El Retorno del 2,6. La Poesía Contraataca.


Recuerdo la primera vez que suspendí una asignatura
por querer volver a repetirla,
y porque todas las demás eran tortuosamente aburridas.

        Solo en ésa encontré tu nombre
              -aunque por aquel entonces yo tuviera seis años menos
               y ningún sueño en propiedad.


El primer recuerdo que tengo sobre Poesía
fue en clase de Lengua y Literatura
y trata sobre un orgasmo
camuflado entre versos y metáforas
que hablaban de valles y cataratas;
en el examen teníamos que analizar su significado
y sinceramente,
no me extraña aquel 2,6 como nota final
después releer mi comentario de texto:

“Yo creo que Aleixandre era un poco cobarde
fíjese bien,
para qué tanto paripé si el sexo es sucio
se escriba por donde se escriba
y él solo intenta ponerle palabras bonitas
al hecho de que se corría en sueños
y en lugar de limpiarse con clínex
lo hiciera en forma de rima asonante.

Por cierto,
8- 8a (7+1)- 8a,
creo.


El profesor me citó en su despacho
y me obligó a llevarles una copia del examen a mis padres.

Menudo cabrón,
como si él tuviese la más mínima idea de qué trataba aquel poema.
Como si cualquier poema tuviera un solo significado.

Después de aquello
odié la poesía durante años,
y ni siquiera cuando conocí a Pablo,
-aquel chico tímido de ojos rasgados-,
se me pasó por la cabeza la idea de escribir.

Con Pablo, de hecho, ni siquiera llegué a entender
aquel 2,6 de mi nota final;
aquello lo entendí cuando llegaste tú
y en lugar de limpiar el sexo con clínex
lo limpié con un papel
en el que escribí tu nombre.

Y lo entendí porque si aquellos versos
los hubiesen tenido que analizar
alumnos de 1º de Bachiller,
un 2,6 sería una nota de putísima madre
teniendo en cuenta
que dudo mucho,
que alguien se acerque al 1 sobre diez
si pretendiese entender lo que escribo
cuando escribo sobre ti.

Eso solo lo entendemos


y

yo.

Lo demás, son aproximaciones.



PD:

ojalá caigas en este blog algún día,
-querido Don Miguel Ángel B. Hernández-
mires mi contador de visitas
y recuerdes aquel 2,6 de mi nota final
y aquella frase con la que acabaste nuestra cita en tu despacho:

“No todos han nacido para entender la poesía,
está claro, al menos, que tú no.”


Cómete ésta, cabrón.

viernes, 16 de agosto de 2013

La culpa la tiene Bon Iver.


Tengo mis paredes llenas
de frases que no son tuyas
pero todas hablan de ti.

Tengo en la boca un bostezo
para que te cueles
y sigas las indicaciones
a mi corazón
-que es tu corazón-
y te quedes a dormir
y  te invites a soñar.

Tengo a Bon Iver de fondo
hablando de alguien,
y aunque no lo admita
yo sé que habla de ti;
de cómo se mueven tus tobillos
al salir de la ducha
de cómo baila tu pelo
con el falso viento del verano,
de cómo te quiero por encima
de cualquier cama, animal o cosa.

Y es que contigo
no he conseguido terminar un solo poema
porque desde que llegaste
no has hecho más que llevarte todos los finales,
como si temieses que uno tiene tu nombre
cuando lo que no sabes
es que podría terminar cualquier poema
si fueras el medio para llegar al amor
y no el fin en sí mismo
de amarte sin finales.

Eres quien le quita el miedo al monstruo de debajo de mi alma,
eres el punto que le sigue a la cama,
el guión de mi película favorita
en la que te duermes antes de los veinte minutos,
la exclamación que hubieses visto en mis ojos cuando me viste por primera vez
si por aquel entonces me hubiese desdudado como ahora lo hago.

        ...aunque al final lo hiciera.

Eres de todo
menos nada.

Eres mi mejor sueño
cuando duermes sobre mi almohada.


Por eso sé,
que aunque te quiera
y te encante leer
y tú me quieras 
y a mí me encante escribir,
jamás podré escribirte
y terminar  
el poem(....)



sábado, 10 de agosto de 2013

Quien lo descubra, gana.


Estoy a dos llamadas perdidas de encontrar el teléfono y tirarlo por la ventana. O quizás llamarme y dejarlo conmigo, no sé. Siempre me han gustado las películas en blanco y negro cuando carezco de motivos para enfadarme con el mundo. A mi mesita de noche le hace falta tomar el sol y tengo una baraja de cartas marcadas con la única que decidí no hechar en el buzón por faltas de ortografía. Últimamente solo llega propaganda y me parece la excusa perfecta para cometer un atentado contra los carteros: la próxima vez que se te ocurra colar un papel bajo mi puerta, que sea para fumar, por favor.

Las chicas nos pintamos los ojos por no pintarnos monos en la cara, créeme, el propósito es el mismo. La única diferencia es que lo primero lo venden en tiendas de cosmética y para lo segundo necesitas una orden que certifique tu cuerdalidad. O me atas o te mato, gritó la cuerda a la horca, a fin de cuentas estás en números rojos y a ti el único color que te sienta bien es el azul. Reconócelo, el cielo estaría acojonado de ser consciente de su propia altura. Imagínate la hostia.

Hoy el día pinta verde y mis pulmones echan de menos ahogarse con el humo de su propia fábrica de chocolate. Oye, Jack, pásame otra tableta, que tengo mono de subirme a un árbol y espiar a las parejas que pasean por el parque. El Retiro hace estragos en mi garganta cuando quiero gritar tu nombre y se atraganta mi voz. Cuánto abarcas para tan poco puerto. Yo también sé escribir sin sentir tenido y no me parece una mala idea para esta tarde de domingo con calcetines de sábado. Estudiar me pone cariñosa y la única compañía que ha querido estar conmigo esta mañana ha sido Vodafone. Menudos cabrones esos también. Yo les he dado conversación y resulta que la única oferta de la que carecen es la de dar compañía, precisamente.

Qué más da todo, ¿no? Ponerle nombre a los días es la táctica más patética creada por el ser humano para esperar con ansias un día que nunca es hoy. Y así nos va. Queriendo siempre lo que no podemos y teniendo siempre ganas de tener más. A veces me gustaría ser uno de esos gatos de interior que los humanos acarician con cara de idiotas por el absurdo hecho de pesar cinco kilos más de lo que su salud le permite. Qué vida la de esos malditos cabrones –pienso yo, todo el día comiendo, jugando y escupiendo los pelos que le faltan a mi lengua cuando se trata de esculpir verdades. Como templos, el de Debod.

Otras veces, simplemente, me gustaría ser cualquier otra persona para leer cosas como ésta e imaginar la vida de quien hay detrás del teclado después de descubrir que llevas cuatro párrafos y medio leyendo y aún no le has encontrado sentido a este texto.  

Y no me extraña.



Quien lo descubra, gana.

viernes, 9 de agosto de 2013

No me das pena, Dolor.


Hoy me he encontrado con el Dolor en el metro
y sinceramente,
tenía mejor aspecto cuando estaba conmigo.


No quiero que pienses que te he olvidado,
que aún recuerdo las noches a tu lado,
las largas madrugadas de insomnio y
la estrecha relación que me hiciste tener
con la poesía.

Contigo todos los poemas tenían sentido,
las canciones tristes, los días grises,
las tardes de domingo a solas en mi habitación.

Recuerdo la primera vez que te miré a los ojos
       -porque fue la misma en que me dijiste que te quedarías en mi vida para siempre,
       porque por aquel entonces tenía en la cara la palabra cobarde
      y porque a ti siempre te han gustado las chicas tristes con miedo a seguir de frente-

Recuerdo perfectamente cómo te arreglabas para mí cada noche,
siempre vestido de lágrimas sin razones y nudos por corbata,
siempre dispuesto a llevarme a cenar a ese restaurante 
en donde la especialidad era ver pasar la vida 
          
         sin posibilidad de vivirla.


Cuando pienso en nuestra historia,
me atrevería a decir, que como suicidio,
fuiste el mejor amante:

-yo inventaba nuevas formas de sufrir
y tú aplaudías cuando lo conseguía.

Lo dicho, la pareja perfecta.


Recuerdo tu cara aquel 28 de Enero,
tus ojos, tu olor, aquella nueva forma de mirarme.
Yo no lo sabía, claro, pero aquel día puse fin a nuestra relación
y tú te diste cuenta a primera sonrisa.

El día que te fuiste de mi casa
nunca sabré señalarlo en el calendario:
de repente, tus cosas ya no estaban,
faltaban dos maletas en el armario
y te habías llevado mi recopilatorio de Rafa Pons.

Siempre supuse que para ti,
que te fue tan fácil colarte en mi vida,
te hubiese sido igual de sencillo irte sin hacer ruido,
y por eso mismo suponía
que si te volvía a ver,
sería como recién salido de la imprenta,
duchado y con las páginas perfectamente encuadradas,
y no hecho polvo, arrugado y sin carátula,
pidiendo en el metro para poder vivir un día más.


No me das pena, Dolor,
más pena (me) daba yo.


Por eso he seguido en mi asiento dirección Moncloa;
no es que te guarde rencor, es que aunque te cueste creerlo
aprendí la lección:

Caminar por la vida con miedo a sufrir
es la mejor manera de sufrir por el camino y olvidarnos de la vida.

viernes, 2 de agosto de 2013

En el cielo no hay cobertura.


Llevo un rato mirando la hoja en blanco
y definitivamente,
no sé si escribirte en verso, en prosa,
o plantarme en la puerta de tu casa y darte un beso.


¿Vosotros bien? ¿El verano bien?

Yo me paso el día bañándome en su playa,
embobándome con su mirada hasta el punto de parecer idiota,
quedándome dormida a las cuatro de la madrugada
con tal de observar cómo sueñan mis sueños
cuando se duermen sobre mi pecho.

Os sorprendería la de veces que le pregunto al día
de dónde coño ha salido una piel tan suave,
de dónde saca la fuerza para no hacerse el amor a todas horas
que en qué demonios piensa cuando se mira al espejo,
¿acaso sería extraño que la Belleza se viese bella?

Yo creo que si la Belleza le viese cuando se arregla en el espejo

se le caería la baba, las bragas, y el sujetador al sueño.

Y luego me vendréis diciendo que dónde me meto,
que estoy desaparecida,
y ya os lo dije un día:

                en el cielo no hay cobertura.


Y yo este verano
me he venido de camping
al mar de sus ojos,
a primera línea de su boca.



Disculpad las molestias, cerrada hasta nuevo abismo

por poemas personales que algún día verán la luz.

viernes, 5 de julio de 2013

Mi suerte se llama Tú.

 
Podría empezar esta carta
describiendo tu forma de dormir
pero entonces,  me faltarían versos, metáforas y adjetivos.

Podría describir la cicatriz de tu mejilla,
decirte que me pierdo en ella cada vez que la recorro con mis dedos,
confesarte que fue en lo primero que me fijé cuando te tuve enfrente,
pero entonces, tus ojos, que viven un poco más arriba,
me pedirían explicaciones del por qué no les nombro a ellos.

-No creo que exista nada capaz de hacerle justicia a tus ojos,
y ese es el único motivo por el que no soy capaz de describir el océano que escondes en ellos-

Tus manos.
Tus manos guardan el mapa,
pero qué coño, también el tesoro, la isla, la bandera y el barco.

Tus formas me arrebatan la razón cuando creo tenerla,
me hacen perder la cabeza, la orientación y los modales
-cómo no voy a perderme por el metro de Madrid
cuando sé que estoy yendo en dirección tu cuerpo-

A veces imagino cómo sería ser cualquier otra persona
y poder hablar contigo sin pensar en besarte a cada segundo,
      -es una putada, créeme,
      sobre todo cuando me niegas tus labios
      solo para hacerme rabiar-

Por robar me has robado hasta la última palabra que no hablaba de ti
y ahora todo gira alrededor de tu ombligo, como un planeta enamorado buscando el Sol,
arriba el cielo, abajo el paraíso.

Ojalá fuera capaz de transmitir el tacto de tu pelo
cuando me dejas enredarlo entre mis dedos
y de repente han pasado dos horas
y de repente llevo dos horas a ras de sueño.

Si pudiese tan siquiera describir la sensación de acariciarte
-lento, con cuidado y sin parar de erizarme-
entenderías por qué quise que te pusieras esa camiseta
con la que podía rozar tu espalda de Norte a Sur en plena calle
sin necesidad de quitártela,
               -eso sí que fue andar y volar al mismo tiempo.

Si tuviese valor para hablar de tus dudas,
te diría que me encantan
porque siempre acaban ganando tus ganas,
te diría,
que cuando me miras con tono serio
yo te miro con tono yo
que viene a ser jodidamente enamorada
de todos tus tonos.

No voy a hablar de tu nuca,
de tu toma de tierra,
de mi camino hacia las nubes,
de cómo te muerdes los labios cuando te hago el amor,
de cuánto me gusta que muerdas los míos, me hagas daño, y me pidas perdón,
de las veces que te has callado y he escuchado a tu silencio,
de la envidia que me dan tus uñas cuando te las muerdes
o del verso más bonito que jamás me había dedicado nadie
hasta que llegaste tú, te armaste en forma de poca luz y besos,
y me dijiste las dos palabras que no han dejado de sonar en mis latidos.

Yo también te quiero, mi amor,
pero jamás seré capaz de escribirte cuánto, de qué modo ni hasta qué punto,
porque para eso necesito tenerte enfrente,
dejar la poesía a un lado
y decirte con todo, menos con palabras,
que desde que estás en mi vida
la vida envidia mi suerte
y la suerte se ha instalado por completo en mi vida.


martes, 21 de mayo de 2013

La mejor razón para no terminar una poesía.

 
Recuerdo perfectamente
el primer día del resto de mi vida:
no hizo falta llorar para coger oxígeno,
todo lo contrario,
bastó mirarle para empezar a respirar.

A caminar aprendí yo sola
entre las 22:45 y las 23:50 de la noche,
aunque he de admitir,
que a veces perdía el equilibrio y
mis manos buscaban la farola más cercana
para seguir en pie.

Lo más extraño de todo fue mi capacidad
para hablar:
absolutamente nula, absurda, incoherente.
Ni siquiera estoy segura
de si saludé al amor de mi vida
cuando por fin le tuve enfrente
o me limité a tartamudear, sonreír
y bajar la mirada.

Desaprendí todo lo que había aprendido
a lo largo de mi huida,
y cuando digo todo,
es todo:

de repente,
era la primera vez que pisaba Madrid,
la primera vez que mis pies saltaban sobre charcos
y la primera vez que hacía el amor.

Desde entonces,
he nacido más veces
de las que cualquier mortal podría vivir,
y he muerto en sus manos, en sus ojos  y en su boca,
un número aproximado
a la inversa de una toma de tierra,

-la cifra exacta de tal valor
es un calculo continuo-

Algo así como mezclar un corazón
que no aprende de errores
con otro que vive en el recuerdo
de lo que duele cometerlos,
como mezclar un sueño continuo
y una realidad paralela,
ganas de volar
con vértigo,
o la A con la M,
para obtener la prim(...................) 








[Lo siento.
Justo aqui salió de la ducha,
y lo último que pensaban en hacer mis manos
era en terminar esta poesía.]




Mónica Gae.

lunes, 13 de mayo de 2013

La asignatura de mi vida: las doce en tu espalda.

Queridos mamá y papá, tengo que confesaros algo:


Ya sé que tengo veintidós años y que pensáis que estoy en cuarto de carrera, y no os asustéis, sigo teniendo veintidós años y sigo estando en cuarto de carrera, pero tengo que deciros que me he vuelto a matricular en el colegio.

Sí, en el colegio, estáis leyendo bien. Si no recuerdo mal, es ahí donde te enseñan los conceptos básicos de la vida y, ahora que siento estar viviendo por primera vez, veo justo aprender desde cero todas esas asignaturas que en su día aprobé por el simple hecho de poder ir a la playa en verano.

Llevo tres meses asistiendo a clases nocturnas en el colegio de sus versos y creédme: ahora suspiro de ganas cada vez que me ponen un examen de Literatura. Ahora estudio a Neruda y a Quevedo y los entiendo, ya lo creo que los entiendo. Las mates ya no son un problema desde que cuento con sus dedos para sumar vidas y el inglés es solo otra excusa para decir que estudio una lengua que no es la mía.

Veréis, ahora, en Conocimiento del Medio estudio sus relieves (y qué relieves, mamá, ya no me verás llorar por no aprenderme lo que es una meseta o una montaña rocosa). Ahora en Geografía estudio las provincias de todos sus lunares, y me los sé todos de memoria, empezando por el Norte y acabando por perderlo. En Educación Física... bueno, digamos que recorro la pista sin necesitar mi Ventolín, y aguanto más que nadie, papá. El profe dice que debería practicar deporte más a menudo, que podría llegar a donde yo quisiera. Y yo le digo que no se preocupe, que he encontrado un cuerpo donde practicar cada noche eso que algunos llaman... amor, que de hecho, sobre eso empecé a saber el primer día de clase.

En religión me enseñan los valores que en antaño no sabía de qué hablaban: dicen algo del cielo, de una vida más allá de la muerte, algo de rezar y no mentir. Y por fin lo entiendo, papá, aunque sigo siendo atea: en el cielo puedo ver el color de sus ojos y quedarme a vivir en la nube que yo elija cada vez que miro el móvil y veo que me habla; sé, desde hace tres meses, que voy a vivir doce vidas y quizás no haya aprendido a rezar aún, pero le recito a corazón abierto cada noche lo que siento. Y esa me parece la oración más sincera.

El año que viene me matriculo de Biología, Física y Química, solo de esas tres, pero es que quiero sacar sobresaliente -ya sabéis cómo soy cuando algo me gusta-. He oído que estudiaremos el cuerpo humano y conozco dos clavículas que me han robado las pupilas, que sin ser azules, las suyas lo son por las mías. Estudiaremos lo que es la gravedad, que aunque dicen que tiene un valor de 9,8, yo no me lo creo. Yo creo que tiene las medidas de sus labios y aunque a veces tenga que ponerme de puntillas para besarlos, intentaré medirlos para decirles que corrijan esa cifra. Por último, en Química, vamos a estudiar las mezclas, y no veáis las ganas que tengo de empezar: cuando me acuno en sus brazos, saltan chispas, mamá, y esa es la mejor reacción que aunque aún tengo esperanza, dudo que aparezca en ningún libro.

Pero no os preocupéis, acabaré la carrera. Esto solo os lo escribo para que entendáis por qué me acuesto tan tarde cada noche, es que son clases nocturnas.














 



Atte:

Vuestra hija.

viernes, 11 de enero de 2013

No te lo vas a creer.

-¿Si? peque qué susto... No te lo vas a creer, pero acabo de tener una pesadilla horrible...

Parecía eterna, de las que parecen verdad.  De repente desaparecías y todo se tornaba gris. Decías no se qué de la distancia, que necesitabas dosis de dolor para calmar tu sed de versos, que preferías tener razones por las que escribir.. antes que tenerme a mi y no poder hacerlo.

Yo te escuchaba sin poder decir palabra y me quedaba ahí, con el corazón latiendo en una mano y las ganas de no soltar las tuyas en la otra, pero sentía amarte tanto.. tanto.. que no podía ni siquiera negarte eso: que te marcharas. Debía ser Abril, quizás verano, hacía muchísimo calor y yo no podía dejar de temblar. Escuchaba tus palabras sin ser consciente de que serían las últimas, palabras de adiós, de huida. Yo intentaba hacerte razonar, te decía algo de tu piel desnuda, algo de que quería tenerla toda mi vida junto a la mía. Te decía algo de tus ojos tristes, que qué haría yo sin ellos.

Pero tu decisión ya estaba tomada.

Y sabiéndolo, solo podía decirte que te cuidaras, que te cuidaras tanto como hubiese querido cuidarte yo. Que te esperaría eternamente, que pararía como fuese el tiempo y volveríamos a darle al play cuando tú quisieses volver a amarme. No te imaginas qué doloroso era todo. Yo tenía un puño en la garganta y el estómago en los dedos, no podía escribirte, ni hablarte sin sonar sin rasgarme el pecho. Te juro que la vida se me fue por las manos, todo parecía moverse tan a cámara lenta.

Mis ojos fueron entonces cataratas de nostalgia después del último mensaje.

Pero tú Poesía y yo estaba hecha de poemas, y como tales, tuvimos que sucumbir al drama haciéndonos una promesa, la promesa de esperarnos. Fue entonces cuando por primera vez  utilizaste un tono diferente... yo no sabía por qué vena me estaba desangrando, pero estaba dejando escapar mi sangre..

Luego te dije que te escribiría eternamente tu presencia en mi hasta el punto incluso de intentar hacerte daño.. y lo intentaba. De veras y lo siento que lo intentaba. Pero eran mis huesos los que se dolían y no los tuyos: los tuyos leían entre lineas que aun te quería.

Luego colgaste, y yo no pude moverme durante lo que me parecieron siglos. Lloré tu primera ausencia como se lloran las últimas y una lágrima inundo mi habitación, y fue el mayor de los diluvios.

Pasaron los días, te escribía, te quería. Pero el drama que pedías necesitaba silencio y entonces, comencé a grabar las cartas que no podía enviarte. Profilaxis sentimental, impaciente brillo de media Luna, delirios de tu boca justo antes de dormir...  Quizás así, aunque fuera por error, conseguían habitar tu oído haciéndolo mío por unos minutos. Pero el monte se hizo lava y nos quemamos, ardimos como hogueras en la playa, mis palabras se volvieron espectáculo para otros, que aplaudían cada vez que por hablarte, tenía que volver a recitarte.

A veces ni siquiera amanecía en mi, otras en cambio me veía entre tus dedos y el sol brillaba como estrella única. Una sola frase tuya hacía de mi infierno un paraíso en donde esperarte en calma.

Todo parecía tan poético, tan patéticamente trágico. Estaba naciendo tanta poesía de nuestro dolor... qué estupidez, no crees? Pero la pesadilla no acababa ahi..

Pero seguían pasando los días, llegó el Otoño y con él el frío de mi sin ti. Entonces me repetía una y otra vez nuestra promesa, y te amaba, te amaba tanto que era incapaz de no cumplirla. Pero tu ya la habías destrozado en mil pedazos, habías desparramado mi corazón por otras sábanas y te habías camuflado en la vulgaridad del no sentir (ni tan siquiera lástima.) Parecías otra persona, mi amor, te miraba y no lograba verte, solo conseguía atravesarme más y más en el puñal donde acunaba mis noches.

Dios... que pesadilla más horrible.

El aire se volvía denso y suspirarte requería bocanadas de humo. Y de repente, un día, todo se había desvanecido. No sé exactamente cuándo, solo sé que estaba en Madrid y tú no estabas conmigo. Te escribí una carta, (....), qué idiota puedo llegar a ser enamorada. Te escribí una carta y fui al lugar donde te conocí: nuestro propio fin del mundo. Te esperé durante horas, no sé exactamente por qué o con qué esperanza, pero te esperaba.

Y tú jamás apareciste.

Así que la dejé ahí, pensando que te pasarías en cualquier momento y la verías, y.. yo que sé, volverías.

Aquella noche fue un desastre, te borré y te sangré y te volví a borrar por miedo a salpicarte con mis miedos, y era irónico, pues estabas ya demasiado lejos para darte cuenta de que seguías siendo parte de las líneas que te escribía. Y aquello se quedó sin título...  fue algo así como un adiós, una despedida prematura, un final equivocado de lo que sería el principio de una vida sin ti.

Mi amor, qué pesadilla tan indescriptible.

Supongo que en aquel momento, cuando se me apagó el corazón por completo, creo que sigue en tu cama desde aquella noche. Fue él quien dijo que lo dejase allí, en tu espalda, me dijo algo de tu pelo, de tu piel, me dijo algo de que quería besarte en la nuca cada vez que te viera temblar, y allí debí dejarlo... y allí debió seguir.

Era como si estuviese vacía por dentro: me faltaban tus ojos para ver, me faltaban tus labios para hablar, tus pulmones para respirar.

Me faltabas tú para vivir.


Qué real lo presentía todo, qué dolor tan visceral, sigo temblando... dime tú algo,

¿sigues ahí?



(@JazzmePlease):

[Aquí sigo, pequeña... pero pronto sonará el despertador.. y es ya hora de abrir los ojos. Mañana, prometo volver a colarme en tus sueños..

...para que me sigas contando.]


EL AUDIO del texto haciendo click aqui. 


Monica Gae.

sábado, 5 de enero de 2013

Siempre es tu nombre. Ése es el problema.

 
¿Qué?

¿Qué quieres que te diga?

¿Que me importa una mierda a quien besar desde que no te beso a ti?

¿Qué me resbala por completo a quien toquen mis manos después de haber perdido las tuyas? Pues bien, te lo digo. Te lo grito, si así te gusta más. Qué más dará a quien mire, toque o acaricie ahora.

Me partiste el corazón, y no hablo de la jodida y absurda expresión. Lo destrozaste, lo dejaste en manos de aves carroñeras y te largaste. Cómo voy a preocuparme ahora por sentir, por querer, por amar. Sigo, respiro, me mantengo viva, es todo lo que puedo hacer desde que te has ido. Poco me preocupa ya el dolor que puedan provocarme, incluso jugar a clavarme dardos me parecen caricias después de ti.

'Después de ti.'

después de ti no hay nada, hay silencio, hay distancia, hay una jodida angustia que me mata el alma. Después de ti me limito a oir la vida, cuando antes la escuchaba. Me limito a sonreír cuando antes reía. ¿De verdad te parece real esta aparente felicidad? Mira, que te den. Que te den todo lo que yo no pude darte, empezando por indiferencia y acabando por asco. Ojalá hubiese podido ofrecerte yo a ti eso,

y sin embargo, mira.

Este idiota corazón moribundo sin piernas ni brazos ni camino ni rumbo aún rebaña tu nombre, lo escribe, lo borra, lo lame, lo tacha.

Pero siempre es tu nombre. Ése es el problema.

Déjame que te diga, que lo único que echo aún más de menos que a ti, es a mí misma antes de conocerte. O cuando te estaba conociendo. Ahí sí sonreía, reía a bocanadas. Ahí si rezaba con manos y pies y pecho por tenerte el resto de mi vida cerca. Ahí estaba enamorada, pero de una pieza. Ahí éramos tú y yo y tú eras entonces todo cuanto yo quería querer.

Y ahora mira qué desastre.

Yo, que no sé hacer otra cosa que hablar de amor, me has dejado sin la capacidad de hacerlo.

Me has dejado enamorada, si, pero en mil piezas.



Mónica Gae.