viernes, 11 de abril de 2014

Al final va(s) a ser verdad.


A veces la única solución es abrazar el problema.
A veces, cuando quemas, incendio mi casa para acercarme a ti.
A veces quiero que seas eterna, otras te quiero en formato real, te hago de carne y verso y hueso y beso
y nos follamos como quien sabe que nos queda un día menos de vida en este planeta.

A ratos creo verte sin mí, a ratos me gusta imaginarme en tu pasado y pensar que nos cruzamos algún charco sin darnos importancia. Que pasamos desapercibidas pero que pasados unos metros miramos hacia atrás, como quien intuye que acaba de oler por primera vez el perfume del amor de su vida.

A ratos creo saber por qué te pintas los labios de rojo y la cara de mí, a ratos te comería todos los ratos del día, el resto, lo hago muda de sonido, porque una vez me enseñaste a hacerte el amor en silencio y desde entonces no recuerdo a qué se debe que el ser humano tenga cuerdas vocales.

Perdóname por mirarte así, es que yo también me suicidaría si fuese lágrima tuya y estuviese condenada a recorrer esa cara de nubes para después saltar sin alas a ningún vacío.  

Esta mañana te hubiese pedido que te casaras conmigo antes del desayuno, cuando te has despertado y me has abrazado pensando que seguía dormida, por eso no te lo he pedido,

porque entonces he sabido,
con total seguridad, que tendré toda la vida para hacerlo.



Mónica Gae.