martes, 12 de junio de 2012

Mi amuleto contra el miedo, tus ojos contra mi.


Anoche casi muero de miedo, y de ganas. Sobre todo de ganas, tienes que saberlo.

Debían de ser las cuatro de la madrugada y yo estaba en el salón leyendo mi último capricho de páginas desgastadas. Empezó a soplar el viento y a él, se unieron unos cuantos sonidos de portazos y ventanas. También un apagón de luz. De repente, en el piso de arriba, comenzó a sonar un despertador. Yo, que normalmente me escondo bajo las sábanas hasta que pasa la tormenta, caí en la cuenta de que nadie vendría a ayudarme, a calmarme y decirme lo idiotamente cobardica que puedo llegar a ser. Así que cogí aire, valor, y busqué una linterna.

Mientras subía las escaleras agarrada a mi propio pecho pensaba en la inmensa cantidad de criaturas que podrían haber en aquella habitación oscura, y entonces, lo comprendí. Comprendí que ya no me asustan tanto los ruidos extraños que hace la noche, que el frío puede quemar una piel desnuda y que tu nombre es la solución a todos mis miedos.

Subía las escaleras, temblaba, y pensaba en ti. En cómo sería tocar tus manos, en qué me convertiría si pudiese alcanzar tus labios y en cómo sería decirte que me tienes completamente loca y que no sé qué has hecho para conseguir eso.  Y mientras pensaba esto, dejaban de existir los monstruos, las películas de miedo y las muchas otras que mi cabeza había creado. Porque estabas tú, aunque no estuvieras, y eso me bastaba para dar un paso más. Y otro. Y otro. Y llegar a esa habitación sin luz y buscar con la pequeña linterna el maldito despertador que minutos antes había alzado mi imaginación a la altura de la próxima de Saw.

Pero ahí estaba yo. Y tú, en mi cabeza. Y en mi pecho y en mis manos y en cada una de estas palabras que dudo mucho que leas, pero ahí estabas tú. Y eso me basta. Me basta porque me hiciste pensar que ahora que te conozco no podría pasarme nada, no hasta alcanzarte, y aún no te he alcanzado.

Pero lo haré. Y entonces tendré que buscarme otro antídoto contra el miedo, los fantasmas y los muy diversos seres que alimentan mi masoquista imaginación, pero hasta entonces y de momento, amansas mis pesadillas, te has instalado en mi corazón y puedo subir las escaleras a oscuras, en mitad de la noche, y contigo en mi cabeza.

Y eso, me basta,

ya lo creo que me basta.


Mónica Gae.

2 comentarios:

  1. *_* Preciosa, como de costumbre.
    Es un placer leerte, más que un placer... diría una necesidad... Leerte, escucharte... a pasado a formar parte de mi vida.
    Me encanta!

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  2. Un placer entenderme detras de tus palabras. Un placer conocer que es lo que me pasa y que si no tiene nombre, al menos hay mas victimas.

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