viernes, 2 de agosto de 2013

En el cielo no hay cobertura.


Llevo un rato mirando la hoja en blanco
y definitivamente,
no sé si escribirte en verso, en prosa,
o plantarme en la puerta de tu casa y darte un beso.


¿Vosotros bien? ¿El verano bien?

Yo me paso el día bañándome en su playa,
embobándome con su mirada hasta el punto de parecer idiota,
quedándome dormida a las cuatro de la madrugada
con tal de observar cómo sueñan mis sueños
cuando se duermen sobre mi pecho.

Os sorprendería la de veces que le pregunto al día
de dónde coño ha salido una piel tan suave,
de dónde saca la fuerza para no hacerse el amor a todas horas
que en qué demonios piensa cuando se mira al espejo,
¿acaso sería extraño que la Belleza se viese bella?

Yo creo que si la Belleza le viese cuando se arregla en el espejo

se le caería la baba, las bragas, y el sujetador al sueño.

Y luego me vendréis diciendo que dónde me meto,
que estoy desaparecida,
y ya os lo dije un día:

                en el cielo no hay cobertura.


Y yo este verano
me he venido de camping
al mar de sus ojos,
a primera línea de su boca.



Disculpad las molestias, cerrada hasta nuevo abismo

por poemas personales que algún día verán la luz.

viernes, 5 de julio de 2013

Mi suerte se llama Tú.

 
Podría empezar esta carta
describiendo tu forma de dormir
pero entonces,  me faltarían versos, metáforas y adjetivos.

Podría describir la cicatriz de tu mejilla,
decirte que me pierdo en ella cada vez que la recorro con mis dedos,
confesarte que fue en lo primero que me fijé cuando te tuve enfrente,
pero entonces, tus ojos, que viven un poco más arriba,
me pedirían explicaciones del por qué no les nombro a ellos.

-No creo que exista nada capaz de hacerle justicia a tus ojos,
y ese es el único motivo por el que no soy capaz de describir el océano que escondes en ellos-

Tus manos.
Tus manos guardan el mapa,
pero qué coño, también el tesoro, la isla, la bandera y el barco.

Tus formas me arrebatan la razón cuando creo tenerla,
me hacen perder la cabeza, la orientación y los modales
-cómo no voy a perderme por el metro de Madrid
cuando sé que estoy yendo en dirección tu cuerpo-

A veces imagino cómo sería ser cualquier otra persona
y poder hablar contigo sin pensar en besarte a cada segundo,
      -es una putada, créeme,
      sobre todo cuando me niegas tus labios
      solo para hacerme rabiar-

Por robar me has robado hasta la última palabra que no hablaba de ti
y ahora todo gira alrededor de tu ombligo, como un planeta enamorado buscando el Sol,
arriba el cielo, abajo el paraíso.

Ojalá fuera capaz de transmitir el tacto de tu pelo
cuando me dejas enredarlo entre mis dedos
y de repente han pasado dos horas
y de repente llevo dos horas a ras de sueño.

Si pudiese tan siquiera describir la sensación de acariciarte
-lento, con cuidado y sin parar de erizarme-
entenderías por qué quise que te pusieras esa camiseta
con la que podía rozar tu espalda de Norte a Sur en plena calle
sin necesidad de quitártela,
               -eso sí que fue andar y volar al mismo tiempo.

Si tuviese valor para hablar de tus dudas,
te diría que me encantan
porque siempre acaban ganando tus ganas,
te diría,
que cuando me miras con tono serio
yo te miro con tono yo
que viene a ser jodidamente enamorada
de todos tus tonos.

No voy a hablar de tu nuca,
de tu toma de tierra,
de mi camino hacia las nubes,
de cómo te muerdes los labios cuando te hago el amor,
de cuánto me gusta que muerdas los míos, me hagas daño, y me pidas perdón,
de las veces que te has callado y he escuchado a tu silencio,
de la envidia que me dan tus uñas cuando te las muerdes
o del verso más bonito que jamás me había dedicado nadie
hasta que llegaste tú, te armaste en forma de poca luz y besos,
y me dijiste las dos palabras que no han dejado de sonar en mis latidos.

Yo también te quiero, mi amor,
pero jamás seré capaz de escribirte cuánto, de qué modo ni hasta qué punto,
porque para eso necesito tenerte enfrente,
dejar la poesía a un lado
y decirte con todo, menos con palabras,
que desde que estás en mi vida
la vida envidia mi suerte
y la suerte se ha instalado por completo en mi vida.


martes, 21 de mayo de 2013

La mejor razón para no terminar una poesía.

 
Recuerdo perfectamente
el primer día del resto de mi vida:
no hizo falta llorar para coger oxígeno,
todo lo contrario,
bastó mirarle para empezar a respirar.

A caminar aprendí yo sola
entre las 22:45 y las 23:50 de la noche,
aunque he de admitir,
que a veces perdía el equilibrio y
mis manos buscaban la farola más cercana
para seguir en pie.

Lo más extraño de todo fue mi capacidad
para hablar:
absolutamente nula, absurda, incoherente.
Ni siquiera estoy segura
de si saludé al amor de mi vida
cuando por fin le tuve enfrente
o me limité a tartamudear, sonreír
y bajar la mirada.

Desaprendí todo lo que había aprendido
a lo largo de mi huida,
y cuando digo todo,
es todo:

de repente,
era la primera vez que pisaba Madrid,
la primera vez que mis pies saltaban sobre charcos
y la primera vez que hacía el amor.

Desde entonces,
he nacido más veces
de las que cualquier mortal podría vivir,
y he muerto en sus manos, en sus ojos  y en su boca,
un número aproximado
a la inversa de una toma de tierra,

-la cifra exacta de tal valor
es un calculo continuo-

Algo así como mezclar un corazón
que no aprende de errores
con otro que vive en el recuerdo
de lo que duele cometerlos,
como mezclar un sueño continuo
y una realidad paralela,
ganas de volar
con vértigo,
o la A con la M,
para obtener la prim(...................) 








[Lo siento.
Justo aqui salió de la ducha,
y lo último que pensaban en hacer mis manos
era en terminar esta poesía.]




Mónica Gae.

lunes, 13 de mayo de 2013

La asignatura de mi vida: las doce en tu espalda.

Queridos mamá y papá, tengo que confesaros algo:


Ya sé que tengo veintidós años y que pensáis que estoy en cuarto de carrera, y no os asustéis, sigo teniendo veintidós años y sigo estando en cuarto de carrera, pero tengo que deciros que me he vuelto a matricular en el colegio.

Sí, en el colegio, estáis leyendo bien. Si no recuerdo mal, es ahí donde te enseñan los conceptos básicos de la vida y, ahora que siento estar viviendo por primera vez, veo justo aprender desde cero todas esas asignaturas que en su día aprobé por el simple hecho de poder ir a la playa en verano.

Llevo tres meses asistiendo a clases nocturnas en el colegio de sus versos y creédme: ahora suspiro de ganas cada vez que me ponen un examen de Literatura. Ahora estudio a Neruda y a Quevedo y los entiendo, ya lo creo que los entiendo. Las mates ya no son un problema desde que cuento con sus dedos para sumar vidas y el inglés es solo otra excusa para decir que estudio una lengua que no es la mía.

Veréis, ahora, en Conocimiento del Medio estudio sus relieves (y qué relieves, mamá, ya no me verás llorar por no aprenderme lo que es una meseta o una montaña rocosa). Ahora en Geografía estudio las provincias de todos sus lunares, y me los sé todos de memoria, empezando por el Norte y acabando por perderlo. En Educación Física... bueno, digamos que recorro la pista sin necesitar mi Ventolín, y aguanto más que nadie, papá. El profe dice que debería practicar deporte más a menudo, que podría llegar a donde yo quisiera. Y yo le digo que no se preocupe, que he encontrado un cuerpo donde practicar cada noche eso que algunos llaman... amor, que de hecho, sobre eso empecé a saber el primer día de clase.

En religión me enseñan los valores que en antaño no sabía de qué hablaban: dicen algo del cielo, de una vida más allá de la muerte, algo de rezar y no mentir. Y por fin lo entiendo, papá, aunque sigo siendo atea: en el cielo puedo ver el color de sus ojos y quedarme a vivir en la nube que yo elija cada vez que miro el móvil y veo que me habla; sé, desde hace tres meses, que voy a vivir doce vidas y quizás no haya aprendido a rezar aún, pero le recito a corazón abierto cada noche lo que siento. Y esa me parece la oración más sincera.

El año que viene me matriculo de Biología, Física y Química, solo de esas tres, pero es que quiero sacar sobresaliente -ya sabéis cómo soy cuando algo me gusta-. He oído que estudiaremos el cuerpo humano y conozco dos clavículas que me han robado las pupilas, que sin ser azules, las suyas lo son por las mías. Estudiaremos lo que es la gravedad, que aunque dicen que tiene un valor de 9,8, yo no me lo creo. Yo creo que tiene las medidas de sus labios y aunque a veces tenga que ponerme de puntillas para besarlos, intentaré medirlos para decirles que corrijan esa cifra. Por último, en Química, vamos a estudiar las mezclas, y no veáis las ganas que tengo de empezar: cuando me acuno en sus brazos, saltan chispas, mamá, y esa es la mejor reacción que aunque aún tengo esperanza, dudo que aparezca en ningún libro.

Pero no os preocupéis, acabaré la carrera. Esto solo os lo escribo para que entendáis por qué me acuesto tan tarde cada noche, es que son clases nocturnas.














 



Atte:

Vuestra hija.

viernes, 11 de enero de 2013

No te lo vas a creer.

-¿Si? peque qué susto... No te lo vas a creer, pero acabo de tener una pesadilla horrible...

Parecía eterna, de las que parecen verdad.  De repente desaparecías y todo se tornaba gris. Decías no se qué de la distancia, que necesitabas dosis de dolor para calmar tu sed de versos, que preferías tener razones por las que escribir.. antes que tenerme a mi y no poder hacerlo.

Yo te escuchaba sin poder decir palabra y me quedaba ahí, con el corazón latiendo en una mano y las ganas de no soltar las tuyas en la otra, pero sentía amarte tanto.. tanto.. que no podía ni siquiera negarte eso: que te marcharas. Debía ser Abril, quizás verano, hacía muchísimo calor y yo no podía dejar de temblar. Escuchaba tus palabras sin ser consciente de que serían las últimas, palabras de adiós, de huida. Yo intentaba hacerte razonar, te decía algo de tu piel desnuda, algo de que quería tenerla toda mi vida junto a la mía. Te decía algo de tus ojos tristes, que qué haría yo sin ellos.

Pero tu decisión ya estaba tomada.

Y sabiéndolo, solo podía decirte que te cuidaras, que te cuidaras tanto como hubiese querido cuidarte yo. Que te esperaría eternamente, que pararía como fuese el tiempo y volveríamos a darle al play cuando tú quisieses volver a amarme. No te imaginas qué doloroso era todo. Yo tenía un puño en la garganta y el estómago en los dedos, no podía escribirte, ni hablarte sin sonar sin rasgarme el pecho. Te juro que la vida se me fue por las manos, todo parecía moverse tan a cámara lenta.

Mis ojos fueron entonces cataratas de nostalgia después del último mensaje.

Pero tú Poesía y yo estaba hecha de poemas, y como tales, tuvimos que sucumbir al drama haciéndonos una promesa, la promesa de esperarnos. Fue entonces cuando por primera vez  utilizaste un tono diferente... yo no sabía por qué vena me estaba desangrando, pero estaba dejando escapar mi sangre..

Luego te dije que te escribiría eternamente tu presencia en mi hasta el punto incluso de intentar hacerte daño.. y lo intentaba. De veras y lo siento que lo intentaba. Pero eran mis huesos los que se dolían y no los tuyos: los tuyos leían entre lineas que aun te quería.

Luego colgaste, y yo no pude moverme durante lo que me parecieron siglos. Lloré tu primera ausencia como se lloran las últimas y una lágrima inundo mi habitación, y fue el mayor de los diluvios.

Pasaron los días, te escribía, te quería. Pero el drama que pedías necesitaba silencio y entonces, comencé a grabar las cartas que no podía enviarte. Profilaxis sentimental, impaciente brillo de media Luna, delirios de tu boca justo antes de dormir...  Quizás así, aunque fuera por error, conseguían habitar tu oído haciéndolo mío por unos minutos. Pero el monte se hizo lava y nos quemamos, ardimos como hogueras en la playa, mis palabras se volvieron espectáculo para otros, que aplaudían cada vez que por hablarte, tenía que volver a recitarte.

A veces ni siquiera amanecía en mi, otras en cambio me veía entre tus dedos y el sol brillaba como estrella única. Una sola frase tuya hacía de mi infierno un paraíso en donde esperarte en calma.

Todo parecía tan poético, tan patéticamente trágico. Estaba naciendo tanta poesía de nuestro dolor... qué estupidez, no crees? Pero la pesadilla no acababa ahi..

Pero seguían pasando los días, llegó el Otoño y con él el frío de mi sin ti. Entonces me repetía una y otra vez nuestra promesa, y te amaba, te amaba tanto que era incapaz de no cumplirla. Pero tu ya la habías destrozado en mil pedazos, habías desparramado mi corazón por otras sábanas y te habías camuflado en la vulgaridad del no sentir (ni tan siquiera lástima.) Parecías otra persona, mi amor, te miraba y no lograba verte, solo conseguía atravesarme más y más en el puñal donde acunaba mis noches.

Dios... que pesadilla más horrible.

El aire se volvía denso y suspirarte requería bocanadas de humo. Y de repente, un día, todo se había desvanecido. No sé exactamente cuándo, solo sé que estaba en Madrid y tú no estabas conmigo. Te escribí una carta, (....), qué idiota puedo llegar a ser enamorada. Te escribí una carta y fui al lugar donde te conocí: nuestro propio fin del mundo. Te esperé durante horas, no sé exactamente por qué o con qué esperanza, pero te esperaba.

Y tú jamás apareciste.

Así que la dejé ahí, pensando que te pasarías en cualquier momento y la verías, y.. yo que sé, volverías.

Aquella noche fue un desastre, te borré y te sangré y te volví a borrar por miedo a salpicarte con mis miedos, y era irónico, pues estabas ya demasiado lejos para darte cuenta de que seguías siendo parte de las líneas que te escribía. Y aquello se quedó sin título...  fue algo así como un adiós, una despedida prematura, un final equivocado de lo que sería el principio de una vida sin ti.

Mi amor, qué pesadilla tan indescriptible.

Supongo que en aquel momento, cuando se me apagó el corazón por completo, creo que sigue en tu cama desde aquella noche. Fue él quien dijo que lo dejase allí, en tu espalda, me dijo algo de tu pelo, de tu piel, me dijo algo de que quería besarte en la nuca cada vez que te viera temblar, y allí debí dejarlo... y allí debió seguir.

Era como si estuviese vacía por dentro: me faltaban tus ojos para ver, me faltaban tus labios para hablar, tus pulmones para respirar.

Me faltabas tú para vivir.


Qué real lo presentía todo, qué dolor tan visceral, sigo temblando... dime tú algo,

¿sigues ahí?



(@JazzmePlease):

[Aquí sigo, pequeña... pero pronto sonará el despertador.. y es ya hora de abrir los ojos. Mañana, prometo volver a colarme en tus sueños..

...para que me sigas contando.]


EL AUDIO del texto haciendo click aqui. 


Monica Gae.

sábado, 5 de enero de 2013

Siempre es tu nombre. Ése es el problema.

 
¿Qué?

¿Qué quieres que te diga?

¿Que me importa una mierda a quien besar desde que no te beso a ti?

¿Qué me resbala por completo a quien toquen mis manos después de haber perdido las tuyas? Pues bien, te lo digo. Te lo grito, si así te gusta más. Qué más dará a quien mire, toque o acaricie ahora.

Me partiste el corazón, y no hablo de la jodida y absurda expresión. Lo destrozaste, lo dejaste en manos de aves carroñeras y te largaste. Cómo voy a preocuparme ahora por sentir, por querer, por amar. Sigo, respiro, me mantengo viva, es todo lo que puedo hacer desde que te has ido. Poco me preocupa ya el dolor que puedan provocarme, incluso jugar a clavarme dardos me parecen caricias después de ti.

'Después de ti.'

después de ti no hay nada, hay silencio, hay distancia, hay una jodida angustia que me mata el alma. Después de ti me limito a oir la vida, cuando antes la escuchaba. Me limito a sonreír cuando antes reía. ¿De verdad te parece real esta aparente felicidad? Mira, que te den. Que te den todo lo que yo no pude darte, empezando por indiferencia y acabando por asco. Ojalá hubiese podido ofrecerte yo a ti eso,

y sin embargo, mira.

Este idiota corazón moribundo sin piernas ni brazos ni camino ni rumbo aún rebaña tu nombre, lo escribe, lo borra, lo lame, lo tacha.

Pero siempre es tu nombre. Ése es el problema.

Déjame que te diga, que lo único que echo aún más de menos que a ti, es a mí misma antes de conocerte. O cuando te estaba conociendo. Ahí sí sonreía, reía a bocanadas. Ahí si rezaba con manos y pies y pecho por tenerte el resto de mi vida cerca. Ahí estaba enamorada, pero de una pieza. Ahí éramos tú y yo y tú eras entonces todo cuanto yo quería querer.

Y ahora mira qué desastre.

Yo, que no sé hacer otra cosa que hablar de amor, me has dejado sin la capacidad de hacerlo.

Me has dejado enamorada, si, pero en mil piezas.



Mónica Gae.

viernes, 21 de diciembre de 2012

Te busqué como se buscan los objetos perdidos: sin demasiada esperanza.

Te busqué como se buscan
los objetos perdidos:
-sin demasiada esperanza.

Hicimos el amor
como si no fuera aquella
nuestra primera ni nuestra última intención,
como queriéndonos dejar algo
para después,
para luego,
para nunca.


Te escribo ahora,
tarde como siempre,
porque
ya
sabes
que
no

escribir
en según qué tiempos verbales.

Te escribo ahora porque te he perdido,
tal y como estaba calculado
-el minuto antes de encontrarte.

Perdona, por tanto, si ahora sí me permito enamorarme de ti.

Ya
sabes
que
nunca
me
han
gustado
las
personas,
hasta que las hago personajes.

Ahi, entonces,
-aqui,
sí sé amar
y besar
y follar
y tratarte como te mereces:
-bien y mal.

Sobre el papel no hay caricia que se me resista
ni se fingen los orgasmos
ni los susurros de después.
Aqui puedo describirte con tan sumo cuidado
como si de volver a crearte se tratara.

Puedo hacer que digas
exactamente, lo que quiero escuchar,
puedo hacer que quieras quedarte,
y soltarte cuando yo decida echarme atrás.

Te escribo,
ahora que no te tengo
porque
es
la
única
manera
que

de
tenerte.

Aqui, sobre el papel,
eres tal y como imaginé,
no tienes defectos,
-y las virtudes las invento,
Aqui te creo yo
basándome en tu molde
pero partiendo desde cero.

esculpiendo tu silueta
como se esculpen las figuras más perfectas:
con la lengua y los dedos
y las manos y los ojos
y tu pelo y el mio
y tu piel y mis gemidos.

Te he conseguido hacer tan real
que casi te creo con los ojos abiertos
-que casi te quiero,
y es perfecto.

Tú no hace falta que vuelvas,
ni para irte
ni para quedarte,
y no es que no te eche de menos

es
que
desde
que
te
has
ido,

por fin te tengo.



Mónica Gae.

sábado, 3 de noviembre de 2012

Neruda, tenemos que hablar.

 
"Digamos con cautela, en contra de Baudelaire, que en poesía no todo es previsible y al componer se eligen, a veces, formas no por razones claras, sino por instinto; y se crea, sin saber con definida claridad cómo."

Me pregunto hasta qué punto son mis dedos los que escriben al silencio y no las innegables ganas de escribirte a ti. A voces. Me pregunto dónde esta el límite en que mi inconsciencia deja de calcular cada palabra y torna en sangre la sinrazón que me lleva a plasmar lo que siento. Hablo de musicalidad, de utilizar como bengalas, y en otras ocasiones como escudo, ciertas expresiones. Hablo de escribir tu nombre y borrarlo y volverlo a escribir. Y ver que todo lo que no sean esas seis letras que construyen tu escondida identidad no son más que una absurda combinación de sustantivos, pronombres y adjetivos para que tú, y sólo tú, me desleas entrelíneas.


Hablo de inventarme palabras porque ninguna esta a la altura de esto que llaman tu nuca. De haber hibernado ahí para luego morir de frío cuando ni siquiera ha llegado el Invierno.

Juego, extorsiono, amenazo a ciertas partes de mí misma si no logran escupir todo lo que quieres oír, me desboco el alma y rezo a cuantos libros caen en mis manos para encontrar en ellos la clave única para recuperarte a ti.

Me refiero con todo esto, a la línea que separa lo que meticulosamente escojo escribir y lo que, quizás sin darme cuenta, acabo escribiendo. Me refiero a la idea principal con la que miras un folio en blanco y la cara de -disculpen la expresión- gilipollas que debo poner al releer a veces según qué sangrados.

Todo se reduce a un antes y un después.

Todos los relatos, todo lo que doy a conocer.

Un antes de conocerte y un después de haberte regalado cada gota de tinta que corría por mis venas. Te leo, te releo e intento alimentarme con la forma en que tus ojos  conjugan ciertos verbos.

La esperanza es, entonces, sumergirme en una de tus metáforas y creerme viva en ella.

(en ti)

Pero tú lees a Salinas y a Quevedo. Tú lees a Kafka y a Bukowski. A Lope, a Miguel Hernández y a Walt Whitman. Escuchas a Sabina y te retuerces con John Mayer. Yo no puedo competir con eso, claro que no. Yo no llego ni a la suela de sus contraportadas.


pero yo te quiero más.

(pero yo te quiero)

Y ellos ni siquiera te conocen.

(aunque todos hablen de ti)


Quizás Neruda utilizó la Primavera en los poemas más bonitos que jamás se han escrito. Y yo a ti te llamo Primavera, entiende que tenga un serio conflicto con su persona. ¿Qué he de hacer para que pienses en mi, y no en él, al ocultar tu nombre con tan sagrado pseudónimo? Quizás los versos más bonitos estén ya todos escritos y ése sea el verdadero problema.




Pero yo quiero hacerte a ti lo que Neruda quiso que la Primavera hiciera con los cerezos.





No sé si me explico.




Mónica Gae.

viernes, 19 de octubre de 2012

Asuntos pendientes.

Te arranqué la vida y me salpicaste los huesos con palabras fabricadas de vísceras y lluvia; me inhundaste el alma de las cartas que no me atrevo a enviarte; te llevaste la razón contigo cuando nos follamos en aquella habitación de hotel; habitación trescientos tres; me guardé tu miedo en los bolsillos del Invierno y no me queda espacio para un silencio más.

Te eché de menos y me sangraste por los ojos; te lloré canciones tristes por si Nostalgia volvía y nos acariciaba; por si amanecías con las ganas del ayer pero sin mañana. Me vacié la piel de otros cuerpos y bostezaste mi nombre entre tus dedos y los míos.

Me abrazaste los nervios del dolor y no fue abrazo sino vida; apretaste contra mí tu pecho y noté entonces cómo se clavaban aún más las puñaladas. No pude controlar mis instintos voluntarios y tu pelo se encargó de envenenar el resto del oxígeno. Mi cuello se intentó enredar al tuyo y el tiempo dejó de ser eterno para ser recuerdo.


(Casi lo consigues en ese instante, casi.)

Los músculos de mis pestañas ansiaban tus labios y los pulsos de mis latidos temblaban al pensarte en otras bocas. Mis manos fueron barcos repletos de agujeros en medio de ningún océano. Mi cuerpo tornó sus carnes en blanco y ocre y confundí tu sexo con el frío del Otoño.

Te colaste en mis entrañas, entrañable Primavera gris. Me robaste los cigarros y mis pulmones dejaron de respirarte versos; me devolviste como a un producto caducado al baúl de los olvidos y aún sigo imaginando que vuelves para terminar lo que empezaste.
 
 

Te quedaste a medias de matarme. 
 


Mónica Gae.

viernes, 12 de octubre de 2012

Sin título.




Llevo casi dos horas y media escribiendo y borrando todo lo que sangro por miedo a salpicarte con mis miedos, y es irónico, pues creo que estas ya demasiado lejos incluso para darte cuenta de que sigues siendo parte de las líneas que te escribo.

Y es que huir sin mirar atrás sería menos complicado si no fuese justamente atrás donde se está quedando todo lo que pudimos ser. Yo no tengo ni tuve ni tendré tanta fuerza como tienes tú. Yo no puedo mirar tus fotografías sin tiritar de ganas de sumergirme en cada una de ellas. En esa sonrisa que me mata y me dio la vida tantas veces.

Yo no puedo leerte sabiendo que cada verso esta más y más lejos de acercarse a mí. Que lo que duele no es saber que ahora le escribes a ella, sino ser consciente de que lo haces con las mismas manos con las que un día me escribiste a mi.

Ojalá hubiésemos inventado un idioma que sólo entendiésemos tú y yo, un lenguaje que pudiera gritar en plena noche cuando me despierta tu recuerdo y deslizo cuidadosamente mi mano hasta el otro lado de la cama con la intención de encontrarte, y luego morir muy poco a poco al volver a la realidad y ver, que ahí es justamente donde ya no quieres estar.

Jamás hubiese imaginado que el silencio pudiese llegar a hacer tanto ruido a las cuatro de la madrugada.

Deberías preguntarme por qué no duermo al caer la noche, por qué no cierro jamás los ojos hasta bien pasado el amanecer.  Pregúntamelo. Te diré que tengo miedo de soñar contigo. Te diré que por el día hay demasiado ruido como para caer de lleno en ese mundo en donde te sueles colar y de momento, no cerrar los ojos es la única manera que tengo de poder dejar de verte.

Pregúntame por qué temo a mi subconsciente. Te diré que eres tú quien vive en él y te diré que duele, no te imaginas cuánto duele darle la libertad para soñarte y despertarme y ver que todo lo que acaban de tocar mis manos no es más que parte de una mentira demasiado amarga.

No, no duermo de noche por miedo a soñarte. No lo hago porque sé que no estarás ahí al abrir los ojos, porque sé que ya no quieres volver a estar.

Este tramo de la huida esta acabando con lo poco que quedaba ya de mi. Apenas soy una hoja arrugada con un millón de tachones cobardes por miedo a no poder leerte una vez derramado tu recuerdo sobre el papel. Quizás por miedo a que tú no quieras volver a leerme a mi. Ni a escucharme tan siquiera. Duele(s).

Aún no sé cómo lo has hecho, pero me has convertido en una marioneta encadenada a tus hilos y has conseguido sublevarme a cada uno de tus movimientos. Córtamelos, o haz que vuelva a bailar al son de tus deseos.

Mira al cielo y dime cuántas estrellas ven tus ojos. Así quizás se a más fácil. Cuéntalas, y dime el número exacto porque desde donde yo estoy sólo puedo verte a ti haciéndole sombra a cualquier constelación. Me has robado la ruta a todos los planetas a donde solía huir y me has dejado sin oxígeno en una atmósfera completamente desconocida. Aquí no estas tú despeinando mis mañanas, mi pelo largo entre tus manos. No estás tú para decirme que las ojeras son la huella que dejan los sueños en los que se besa mucho. Aquí no estás tú y no te imaginas cuánto duele.

No puedo describirte cuánto dueles.

Apenas me quedan fuerzas para lanzarte esta última bengala y ni siquiera sé si estarás mirando al cielo. Necesito que mires al cielo. Estoy tirada en cualquier rincón de tu cuerpo esperando a que me encuentres para poder decirte que jamás me he alejado de ti.

Que- jamás- me- he- alejado- de- ti-.

Que he intentado engañarme, una y otra vez pensando que si escribía un cuento repleto de mentiras, alguna acabaría volviéndose verdad, y lejos de eso, temo que cada uno de esos cuentos hayan destruido por completo cualquier esperanza de volver a leernos.

No te imaginas cuánto lo siento, ya no tengo fuerzas para volver a coger un tren. Y es que ya no queda sitio en mi piel donde guardar los billetes, sigo repleta de tus huellas dactilares. Han inundado por completo mi cuerpo y prefiero tenerlas a ellas si por más que vaya allí.. tú jamás vas a volver a estar.

Sigo anclada en la estación en donde nos dejamos los sueños. Me pregunto si aún seguirán allí, si alguien los habrá adoptado y les estará cantando bajito para que se duerman cada noche o estarán muertos de frio, y miedo, sabiendo que llega el invierno y no dormiremos en la misma cama para acunarlos. Ni serán nuestros labios sus bufandas nunca más.

Ojalá estuvieras tú aquí ahora, estoy tirada en cualquier calle de Madrid esperando que la casualidad o el destino que un día nos unió nos cruce de nuevo en su camino

..pero llueve y no apareces..

El tren llegará en apenas unas horas y daría lo que fuera por saber si dejé mi perfume en tu almohada cuando me marché. Al menos mi corazón, si sé con seguridad que lo dejé contigo.

 y ojalá lo veas, y ojalá lo arropes, y ojalá me lo devuelvas en forma de "vuelve".

que llegan días de lluvia y deberías saber que es un friolero. Tápalo bien, Primavera, tápalo bien. Y háblale bajito o escríbele suave (que solo así sabe dormir.) Me dijo que lo dejase allí, en tu espalda. Me dijo algo de tu pelo, de tu piel, algo de que quería besarte en la nuca cada vez que te viera temblar.

y allí lo dejé.

(y allí debe estar)

dale tú las buenas noches de mi parte

Esta vez te toca a ti cuidarlo a él.


Mónica Gae.





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