sábado, 21 de enero de 2012

Flashback y flashnow.


16 de Agosto de 2011:

Nunca una rotonda había significado tanto, ni una simple piedra se había colado tan fácilmente en mi corazón. Sigamos diciendo que se llama HH tiene 20 años y un interior tallado con sus propias manos (nunca en mi vida había envidiado tanto a alguien). Nos conocimos a finales de julio y, bajo 40 aplastantes grados, podría haber jurado que era la persona más fría que jamás había conocido. A finales de ese mismo mes y en cuestión de unas pocas madrugadas, comprendí que había corazas que sólo muestran su fragilidad de noche. Pequeña pálida semiadulta dueña de una Caja de Pandora –grabé en mi mente una madrugada. Fue como leer un libro reflejando sus páginas en un espejo empañado. Escucharle era cosa de otro idioma.

-Mañana mismo me compro un diccionario –pensé.

(….)

Son las cuatro de la mañana de cualquier día de verano. Tras demasiado whisky y poco hielo, vamos dibujando eses hacia algún lugar de la cuidad. Somos H y yo. La música cambia cada cinco escasos metros y la temperatura desciende conforme nos alejamos de las carpas de la Barceloneta. H va en tirantes, admirable. Deambulamos unos diez minutos y se para. ¿Dónde estamos?. Me mira y sobreentiendo que sobran las palabras. Nos sentamos. Son las cinco y diez y el tono ahora de la música nos invita a hablar. Por fin –pienso. Sin embargo,  mi mirada va hacia el suelo buscando migajas de seguridad perdidas en un mechero azul. Comienza a hablar y siento miedo, no necesitaba a nadie más con tendencia a vivir a cientos de kilómetros de mí, joder.

Sé que cada segundo va en mi contra y a mi favor, que los pitis a medias están contados y que de repente, cuando quiera darme cuenta se habrá marchado. Un escalofrío recorre toda mi espalda hasta quedarse varios segundos en mi nuca. Y no es el frio. Es la brecha de una armadura  que a su lado se vuelve aire.

Los coches pasan a nuestro alrededor como si necesitara recordar la velocidad del tiempo, son las seis menos cuarto. Cojo aire y subo la mirada. Sé que soy un libro abierto para sus ojos, que sabe perfectamente leer los subtítulos que escondo bajo cada palabra aunque ni siquiera las pronuncie. Pero mañana se va. Asique cierro los ojos, inspiro lentamente la ultima calada y detengo el tiempo quitándome el reloj.

Allá voy.




 Y fui.


(…)


Y hace dos semanas, pensé que nunca más volvería a tener el valor suficiente para volver a ir. Pensé que mis mierdas e inseguridades habían alejado por completo a la persona que más tiempo ha logrado mirar a través de mí. Pensé que huir sería lo más sensato para mantenerle a salvo de lo que pudiera seguir viendo y me subí en el coche. Y tras doscientos treinta kilómetros quise dar la vuelta. Y la di. Y la volví a dar. Y llegué a mi casa y le escribí algo que seguramente ya haya conseguido que nunca más vuelva a sentirme segura a su lado. Pero se lo escribí. Cogí aire y se lo escribí. Luego publiqué el post de “ecuación matemática” y ahora escribo este.

Pensé que recordar los motivos por los que H entró de pleno en mi corazón serviría de algo.

En fin,

Me equivoqué.


Mónica Gae.

3 comentarios:

  1. ¿Que tienen tus palabras para convertirse en mi adicción?

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  2. te tomas muchas molestias en no desvelar el sexo de H no?

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    Respuestas
    1. H pensará que es X y X que es H si lo escribo así. Es sólo un juego de palabras al que me gusta jugar.

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