viernes, 9 de agosto de 2013

No me das pena, Dolor.


Hoy me he encontrado con el Dolor en el metro
y sinceramente,
tenía mejor aspecto cuando estaba conmigo.


No quiero que pienses que te he olvidado,
que aún recuerdo las noches a tu lado,
las largas madrugadas de insomnio y
la estrecha relación que me hiciste tener
con la poesía.

Contigo todos los poemas tenían sentido,
las canciones tristes, los días grises,
las tardes de domingo a solas en mi habitación.

Recuerdo la primera vez que te miré a los ojos
       -porque fue la misma en que me dijiste que te quedarías en mi vida para siempre,
       porque por aquel entonces tenía en la cara la palabra cobarde
      y porque a ti siempre te han gustado las chicas tristes con miedo a seguir de frente-

Recuerdo perfectamente cómo te arreglabas para mí cada noche,
siempre vestido de lágrimas sin razones y nudos por corbata,
siempre dispuesto a llevarme a cenar a ese restaurante 
en donde la especialidad era ver pasar la vida 
          
         sin posibilidad de vivirla.


Cuando pienso en nuestra historia,
me atrevería a decir, que como suicidio,
fuiste el mejor amante:

-yo inventaba nuevas formas de sufrir
y tú aplaudías cuando lo conseguía.

Lo dicho, la pareja perfecta.


Recuerdo tu cara aquel 28 de Enero,
tus ojos, tu olor, aquella nueva forma de mirarme.
Yo no lo sabía, claro, pero aquel día puse fin a nuestra relación
y tú te diste cuenta a primera sonrisa.

El día que te fuiste de mi casa
nunca sabré señalarlo en el calendario:
de repente, tus cosas ya no estaban,
faltaban dos maletas en el armario
y te habías llevado mi recopilatorio de Rafa Pons.

Siempre supuse que para ti,
que te fue tan fácil colarte en mi vida,
te hubiese sido igual de sencillo irte sin hacer ruido,
y por eso mismo suponía
que si te volvía a ver,
sería como recién salido de la imprenta,
duchado y con las páginas perfectamente encuadradas,
y no hecho polvo, arrugado y sin carátula,
pidiendo en el metro para poder vivir un día más.


No me das pena, Dolor,
más pena (me) daba yo.


Por eso he seguido en mi asiento dirección Moncloa;
no es que te guarde rencor, es que aunque te cueste creerlo
aprendí la lección:

Caminar por la vida con miedo a sufrir
es la mejor manera de sufrir por el camino y olvidarnos de la vida.

6 comentarios:

  1. Impresionante. Gracias por hacerme disfrutar de tus letras, un beso.

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  2. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  3. Dicen que escribimos mejor cuando sentimos dolor, y tú si ahora te has deshecho de él y escribes así... No me quiero ni imaginar la otra opción.
    Me apunto la frase final en mi cabeza, muy buena lección.
    Y gracias.

    http://www.azucarycenizas.blogspot.com.es

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  4. No sé si te acordarás de mí, soy la chica de "Versiones Distintas", el canal de YouTube donde cuelgo todos mis audios.
    Puede que tus oídos ya estén acostumbrados a tales palabras, pero cualquier halago se queda pequeño para describir lo que haces. Es como setas venenosas: te sumerge en un estado alucinógeno... y en tu caso te lleva a un mundo donde las obras de arte cobran vida de manera inspiradora para quien tiene el placer de leerlas y escucharlas. Síndrome de Stendhal, le llaman.
    Bueno, sin enredarme mucho, espero ver pronto libros escritos por ti en mi estantería, :D.

    Irene Fernández.

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  5. Un placer (literario) descubrirte. Gracias por tus letras...

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  6. Hermosas letras de piel, como siempre.

    Tengo la pequeña duda de que aquí escribes para "él" y no para ella. Así como yo estaba acostumbrada a escucharte y hasta hace poco a leerte.

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