sábado, 5 de noviembre de 2011

capiutlo 14

Fue justo en el instante en que mis manos rozaron las suyas. Justo entonces me di cuenta de que no podría parar. De que no quería parar. Quizás fueron los cinco ballantines y aquella peculiar gelatina  de vodka. Quizás. Aunque quizás eso no tuvo nada que ver. Sus ojos eran imnotizantes, si, ellos fueron los culpables. O aquel gorrito semicaido que le dejaba unos pocos mechones de pelo castaño a la vista. O aquella nariz que fruncía a cada sorbo de Gin Tonic como un niño pequeño al tomar jarabe. Definitivamente, habían demasiados posibles culpables como para señalar a uno solo como responsable de este capítulo.

-¿Dónde vamos?
-¿Confías en mi?
-Dímelo tú,  ¿…debería?
-Sí.
Subimos las escaleras de aquel hotel haciendo de cada rellano nuestro propio rincón donde explotar. Sus labios eran mucho más suaves de lo que parecían a simple vista. Besos al unísono de una canción inventada. Es ésta, habitación 218. Justo entonces, un esbozo de realidad asaltó mi mente. Me separé de él unos centímetros y lo miré a los ojos. Brillaban. Preciosos. “…necesito que me prometas algo antes de entrar ahí. Necesito que lo prometas y no puedes preguntarme el qué. Al menos por ahora.” Se apartó lentamente y pinceló una pequeña sonrisa. “Me encantas. Sea lo que sea, te lo prometo.”

Mis manos jugaban con su pelo entre besos mientras nos acercábamos a la cama. En mi cabeza sonaba tomorrow never interrumpida por susurros fatigados. Ésa es la mejor música.
-¿Debo temer por la promesa que te he hecho?
Esta vez fui yo quien se apartó unos centímetros dibujando una leve sonrisa, pícara. –Eso depende de lo que escondas tras toda esa armadura intocable de seguridad y encanto. De si es real o sólo una fachada.
-¿Intocable? Creo que tus manos no opinan lo mismo.

(….)

Es media noche, han pasado once horas desde que entramos a la habitación. El mini bar ya esta vacío y, como estudiante de enfermería diría que hay un riesgo más que probable de inminente deshidratación. Nunca había merecido tanto la pena hablar con un desconocido  –pensé. Tiene un lunar justo al lado del ombligo, hacia abajo y a la izquierda, del que creo que me he enamorado. Su piel es pálida como la porcelana, perfecta. Podría jurar haber contado cientos de diminutas pecas repartidas por todo su cuerpo.  Mi nueva constelación. Tiene una cicatriz en la tibia y un tatuaje detrás de la oreja  ไม่เคยลืมความผิดพลาดของคุณ

-¿Qué pone?
-Eso nunca se lo he dicho a nadie. ¿Cuándo podré saber lo que te he prometido?
-Justo antes de marcharme, ten paciencia. Quizás lo que pasa es que nadie antes ha merecido saberlo.  

(….)

Supongo que ahora es cuando me reinvento. Cuando me autoconvenzo de que soy totalmente distinta de la persona que era cuando pisé el aeropuerto. El insomnio estaba acabando conmigo, la soledad de la noche únicamente comparada a la soledad de mi alma. Quizás sea verdad. Quizás realmente haya cambiado. Lo único de lo que tiene ahora miedo es de poder pagar el precio de llevar las riendas. Un precio en forma de puñal que clavara en todo aquel que ose conocer su nombre.
-Me llamo Maya. Es lo único que puedes saber de mí. Sin apellidos, ni teléfonos o una dirección. Necesito saber que puedo hacer esto antes de desaparecer por completo. La promesa es simple. Después del último beso saldré por la puerta y no podrás seguirme. Yo no volveré a buscarte y esto quedara como algo perfecto. Efímero y perfecto.
 -Sea quien sea la persona por la que estabas llorando en el aeropuerto, veo que ha destrozado por completo uno de los corazones más puros que jamás había conocido. Si esquivas el dolor eternamente tu corazón quedara tan blindado como frágil. Maya, si algún día bajas la guardia morirás con el roce de un solo rasguño.  ¿De verdad merece la pena?
-Sí.
-“Nunca olvides tus errores”. Es lo que pone en mi tatuaje.

(….)

Mónica Gae.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Ballantines & Coca-cola