¿Cómo se abre un
corazón sin cirugía?
solo tú lo conseguiste y yo apenas
fallecí treinta y dos veces. una por cada noche recordando aquellas otras
cuatro. Una muerte dulce que solo pueden entender tus labios. vuélveme a matar
-te suplica esta idiota hecha pedazos- que hoy echo de menos resucitar entre
tus manos.
[y tú tan lejos
y yo tan nada-.]
y
vuelta a empezar.
Hache.
tú allí y yo aquí. las tres y cuarenta y tres
de la madrugada. al menos la hora es la misma
en todos los relojes –piensa. ¿será eso todo lo que ahora tengamos en
común? quizás si. quién sabe. Nunca
llegué a conocerte ni dejé que tú me conocieras a mí. bueno. miento. dejé que conocieras lo que me
interesaba darte a conocer. Y aún con esas, esto. tinieblas. abismos. ausencia. carretera y miedo y todas esas
palabras que tanto nos gustan.
lo
de siempre.
Aytor. dos años y medio (-con y-) sin ti. Dos veranos, dos
inviernos. cómo me mataste cuando decidiste huir, cuánto me doliste y cuántas veces quise llamarte para dejar de morir así. y
ahora apareces. así. de la nada. -Vuelves.
así. de la nada-. quizás sea cierto eso de que el tiempo lo cura todo, o
al menos, suaviza el dolor de manera
considerable. No voy a decirte que te sigo queriendo, tranquilo. ya no.
pero ya sabes, cierta playa siempre llevará tu nombre y hoy te escribo desde la
misma arena en donde te conocí aquel veintiséis.
qué guapo estabas. qué perfecto te creía. semidios bajado del cielo, cuánto te llegué a soñar y cuántas noches me
quitaste el sueño.
qué pena.
ahora sólo recuerdo tus ojos azules. ¿dónde fueron a parar los cuentos que me
repetía y te repetía cada noche? ¿te acordarás tú de mi alguna vez?
¿seguirás con aquella… cómo se llamaba, Silvia, Sandra? quién sabe.
demasiadas preguntas que ya no me interesa responder.
demasiadas preguntas que ya no me interesa responder.
y ése, ése es precisamente el motivo de
que esté esta noche en esta playa. en nuestra
playa. contándote esto por si tú me entiendes. qué acojonada estoy. lo admito.
de hecho, lo grito. pido ayuda y
lanzo bengalas y quiero e imagino un bote salvavidas. lo necesito. preveo el
desastre y la catástrofe. la siento. la
noto. la huelo.
y
va a doler.
tanto o más que contigo, A. cómo escuece el alma de si quiera imaginarlo.
¿dónde iré a parar cuando haya olvidado por completo lo que tanto siento estar
dejando escapar ahora? dime ¿dónde?
¿cómo podré sobrevivir entonces? cuando ya ni siquiera sienta curiosidad por
saber cuál ha sido el último cantautor que ha descubierto o quién duerme en su cama al caer la
noche, ¿qué me quedará? ¿a quién le escribiré estas tonterías esperando un
mensaje al móvil o un simple comentario en el tablón? ¿buscaré en la agenda
viejos números para avivar ciertas llamas
o me autocompadeceré de mi misma hasta dejar de sangrar su ausencia? ¿me desangraré antes de dejar de sangrar su
ausencia? ¿seré la única imbécil de este puto adiós que se está preguntando
esto?
de nuevo, demasiadas preguntas.
(esta vez, que sí me interesa responder)
(esta vez, que sí me interesa responder)
o
no.
Mónica Gae